Ayer te eché de menos y fui a buscarte
aun a sabiendas de lo imposible que era
y por azar, mirando un escaparate,
te encontré comprando ropa en esa tienda.
Porque hay duendes que pasean con la gente,
que se esconden a la vuelta de la esquina,
que simulan que no están, pero sorprenden
a los que nunca creyeron que existían.
Son menudos, son cobardes e invisibles,
y responden a preguntas jamás hechas,
más la razón nos confunde y no nos dice
los detalles sobre los que no hay respuestas.
¿Tienen voces de silencio indefinido?
¿Tienen alas, tienen manos, tienen pies?
¿Visten ropas que los hacen sibilinos?
¿Hay conciencia de su condición de ser?
Quiero creer en que siempre están ahí,
vigilantes de las cosas que nos pasan,
tutelantes en las cuestas por subir,
siempre atentos en cuidarnos las espaldas.
Cuántas veces hemos rezado al vacío
con la idea que los rezos van sin voz,
pero vuelven por momentos respondidos
y nos hacen preguntarnos, ¿quién oyó?