Como apretados cuerpos, incendios de una rosa,
se tiemblan los pistilos de la flor de un abismo,
ni siquiera se puede pensar en uno mismo
cuando por casualidad, ocurre rara cosa,
como flotando la incierta noche, sincronismo
de estrellas, semioscuridad en la piel fogosa,
sedienta, que incendia la penumbra, tan hermosa
la caricia giratoria del romanticismo,
los heroicos espacios de una noche confusa,
en donde la frente se entrelaza con el pecho
que se precipita levemente a la cintura.
Las dulces sensaciones acomodan la blusa
que se cuelga en las manos, y la mirada estrecha
en donde se esparcen los suspiros con dulzura.