Cuando era pequeña, soñaba que al crecer tendría la libertad suficiente para comerme al mundo y otros tres mundos si se me atravesaran.
Hoy en día, tengo veinticinco años y, un esfuerzo incalculable viene a mí al levantarme por las mañanas para intentar que ese mundo el cual soñaba comerme no me devore, una vez más como en muchas ocasiones.
Entonces comienzo a pensar lo incrédula que puede ser una cuando se es niña e inocente.
Pienso frecuentemente en que rincón deje escondida y perdida esa inocencia, ese angelical y apasionado instinto por la lucha.
Puede haber sido en algún libro no recordado en este momento, en un fragmento de un diálogo que pudo haberme abierto los ojos, o en una conversación cualquiera con cualquier persona, (por el momento la gente solo viene a mí por medio de siluetas vagas y grotescas), sus palabras solo son palabras sin alguna significancia, palabras tiradas al aire que el aire se lleva y que con el tiempo son solo fragmentos tirados al viento que mi psique no procesa.
Pienso, quizá ellos dicen cosas sabias, quizá la mayoría dice tonterías y, trato de encontrar la verdad de este atascamiento y nulo interés por las cosas que importan, entonces pienso, puede ser, la repercusión de aquel desastroso e insuperable suceso del que todos preguntan y del que no pretendo dar largas explicaciones porque sencillamente no las tengo.
Si pudiera siquiera borrarlo, pero la psique es un arma que te dispara cada vez que puede, y nosotras las cobardes no afrontamos esos balines mortales si no tratamos de día en día esquivarlos, pese a que hay días que es imposible que la guerra interna impida una bala en el pecho y a cambio sí, un puñal doloroso clavado en los sentimientos que persisten ante un trauma y ante una realidad destructible.
La mía es un verdugo que hace que se repita una y otra vez.
Rebobina a cada instante y no pretendo extenderme en ello, poco tedioso explicarlo después de explicarlo cientos de veces y aun así, no encontrarle formas y respuestas, suficiente es vivificarlo diariamente cuando es lo primero con lo que una se levanta en la cabeza por la mañana.
Suficiente fue haberme encapsulado en él y no poder romper los lazos que me atan al ancla que me está ahogando de una forma indescifrable.
Alguien dijo: “No es que los sentimientos se te hayan ido, permanecen, pero están adormecidos y tienes que despertarlos, solo es que tú los bloqueas en un muro que inconscientemente crees que te protege y que solo tú puedes derribar”.
Cuando era pequeña no sabía de muros, lloraba por las noches por subjetivas situaciones, pero pienso, al menos lloraba.
En cambio, ahora,
¿Qué tengo?
Si no más que un nudo inquebrantable que se ha ido rajando de apoco.
Los ideales y los sueños.
Los sueños, pienso y, viene a mí la frase de Cerati “Mereces lo que sueñas”.
Y que pasa si desde hace tiempo no se sueña,
¿Qué se merecen entonces aquellos cuerpos muertos que aún respiran y andan?
Máquinas de trabajo y pensamientos excesivamente asfixiantes.
La gente vive una vida irreal y, una se ve atrapada en ella sin poder tan siquiera escapar, la armonizan con “es lo que toca”
Quizá mi problema es no ceder ante esto.
Quizá mi problema es no ser lo suficientemente conforme para dejar de buscar esa utopía inexistente.
¿Qué si estoy loca en pensar en ello?
Creo que es más de locos escribirlo para luego exponerlo en un mural viral que a fin de cuentas nadie prestara atención porque no vende lo que todos quieren escuchar.
Yo y mi manía de creer que alguien aleatorio presta atención a este fragmento sin forma y sin sentido, pero con mucha relevancia hacia mi persona.
Pero la realidad a cualquiera le toca la espalda y, a susurras dice de formas escalofriantes — Y eso que no has visto todo el panorama.
Sujétate fuerte, amenaza, que lo mejor está por comenzar, mientras yo pienso en terminar con todo en un instante.
Las ventajas de un escritor no es el escrito, escrito a su perfección, sino la sinceridad con la que las letras se plasman.
En la forma en la que una trata de encontrarse en cualquier frase que inconscientemente es escrita por una misma para que cuando se lea a voz alta una pueda retractarse de lo dicho o, quizá sea mucho pedir por mi parte, comprenderse.
Pienso en que, de no ser así, la soga en la garganta apretaría un poco más la tráquea, incomodaría un poco más y, respiraría un poco menos, si es que acaso lograse en verdad meter un poco de aire en mis pulmones.
Mi psique ya no procesa la realidad con la ficción y, creo que dicha ficción viene a una como un rescate.
Lo cierto es que ya no hay amores que florecen en el jardín desierto de mis ensueños escondidos.
La realidad es tan tortuosa como la mentira.
El peso que cuesta tocar la verdad se paga con nostalgias vividas.
Y entonces comienzo a pensar en todos aquellos que se perdieron en la soledad y de la animosidad del prójimo perdieron toda esperanza.
Veo hacia la luna y pienso, al menos algo brilla en el cielo inmenso de mis pensamientos.
Y comprendo que esto, puede ser solo una mala racha o quizá, un nuevo modo de vida.
Una cambia con el paso del tiempo, eso es completamente cierto.
Pero el cambio no siempre va en línea recta y hacia arriba, en ocasiones va empicada y después de tocar fondo en innumerables ocasiones, solo logro pensar, qué sentido tiene estar siempre bajo la luna llorándole a un Dios que ya no sé si, desde hace cuánto tiempo ya no me escucha.
Cariño, pon la música a todo volumen y haz de pronto que todo esto pierda sentido, al menos mientras fingimos que sentimos lo mismo.