Giro el reloj de las sombras,
mi mente busca el filo de la lucidez
que se desliza con sigilo por los surcos
de la cornisa de mi conciencia.
Nostalgia del futuro no vivido,
soñado, quizás alcanzado,
por las ondas ardientes de las palabras.
Exploro los rincones más profundos,
desentraño los enigmas,
percibo la silueta de tu presencia,
flotando en el aire que trae el viento.
Siento el aroma a hierba en tu aliento,
la frescura del agua en tus manos,
la sombra esculpida, tus pasos que vienen de lejos.
Imagino tu rostro en la penumbra,
tu mano tocando la esencia de la vida.
Existen labios que desafían el tiempo,
su caos, su cordura.
Una piel que refleja la calma del jade,
portando el fuego líquido que nutre la tierra.
Tocar el espacio y encontrar tu pecho,
hundirme en tu pecho,
vórtice ancestral donde reposa mi deseo,
el fugaz instante de la eternidad en el corazón de la naturaleza;
espejo que llama al sol,
fuego que danza sobre el agua.
Tocar, el cuerpo en armonía,
los susurros del viento acariciando tu pecho,
la anchura del lago que yace
al pie de la montaña sagrada, invitándome.
Tu nombre, como un diamante azul,
como el río celestial que fluye,
las nubes carmesí me envuelven, me desafían.
Los labios se tiñen de pasión,
las alas revolotean por cada palabra que pronuncias,
el aroma de tu ser se expande con el viento que susurra,
mi ser se enciende, mi boca florece sangrante,
deseando morir en tu aliento
para fundirse en tu esencia,
en el beso eterno que trae el viento.
A.B.A 2024 ©
Amalia Beatriz Arzac
Buenos Aires - Argentina
Imagen: Beso – Mapra (Chile)
Oleo en tela 90 cm x 120 cm