Cierro los ojos y siento tu mano,
ligera como el vuelo de un ave,
sin miedo, sin distracciones,
tiemblan los dedos frescos de rocio.
Abro los labios y te beso en silencio,
escuchando solo tu respiración lenta,
entendiendo los encajes del universo.
Una luz se alza en el vacío,
en el corazón del vasto desierto,
una deidad con alas extendidas sobre mi pecho.
Un deseo se materializa,
parte de la historia se escribe,
en el eco del silencio resuenan las palabras no dichas.
El amor en su forma más imperfecta,
el sonido de un corazón roto,
desgarrando, ardiendo, temblando, cayendo,
el sonido del abandono y el renacimiento,
de todas las edades y todos los miedos.
En mi habitación, escucho tu respiración,
que me estremece,
sosteniendo mis mariposas como mis huesos,
como una niña durmiendo en el océano,
las flores abrazan mi pecho.
Es primavera,
el agua envía olas a mi otoño,
un deseo largamente anhelado.
Una raíz arraigada en la tierra,
entre rocas y arena,
la brisa trae el aroma de la hierba.
Necesito una flor para elevarla al aire,
una ilusión efímera de colores,
llenos de anhelo de montañas y lagos.
Necesito mi muerte,
moriré allí para renacer en el cielo,
revivir en tu vuelo.
A.B.A. 2024©
Amalia Beatriz Arzac
Buenos Aires – Argentina
Imagen: Recuerdos románticos Óleo 70 x 50 cm.
Vito Campanella