Me llamó y me dijo: “¡Ven y observa!”
Y me llevó hacia una ventana que daba a un jardín, donde se encontraba un jardinero vestido con un kimono. Este trasplantaba una pequeña planta, de unas masetas a otras. La poda, la sujeta con alambres, de manera tal que pueda manipular su crecimiento. Entonces me dijo:
- El bonsái es una técnica milenaria, que consiste en controlar las dimensiones de un árbol para que éste no desarrolle su tamaño natural.
- ¿Y para qué sirve? – le pregunté sorprendido.
- Según una tradición china, el bonsái representa la eternidad, la unión de lo divino con lo humano.
- ¿Y es necesario sujetarlo de esa forma, con la intención de que no desarrolle todo su potencial?
- Así – me dijo el ángel- el árbol puede conservar su vida por mucho más tiempo.
- ¿Y vale la pena vivir con ataduras, sólo para sentirse joven? – volví a inquirir.
- No lo sé – me respondió el ángel, mientras me miraba con una sonrisa triste- pero quizás algún día lo descubras por ti mismo. Y me señaló con el dedo mi propio pecho, donde sentí un leve tirón. Al bajar la vista, vi que de mi corazón se había reventado un fino alambre que se perdía por completo en el espacio infinito.