Acordes en sol menor se deslizan en tu sonrisa intimidante,
Aquella alma condenada a reinar entre la grandeza y el rechazo de sus semejantes.
Muero entre tu voz y tus ojos con mirada desafiante.
No existe más nada, que la nada entre el abismo sofocante entre tu mente y mi desvelo,
Juegas con el destino entre sombras y estrellas, escondiéndote de los murmullos y falseos.
Atraído por el caótico soneto de infratierra y su promesa de aliviar el dolor que le ciega.
Le pediste al universo la señal divina de encontrar a tu esencia dividida, pero por más que pides, pareciera que no llega,
Vagas por el pasillo sin retorno al ayer, a lo lejos escuchas una melodía de una voz familiar que a tus miedos sosiega.
Extraño ser de ojos negros, con destellos rojizos cual diamante de sangre,
Capaz de volver a tu inconsciente demencial y a tu cuerpo incendiar con tan solo mirarte.
Cuarzos rojos realzan su tez, mientras te besa y te roba el último suspiro a la vez.
Es la dama que yace en el Inframundo, esperando al hombre de psique nigromante.
Esencia perteneciente al mundo calcinante destruido,
Único que murió y regreso a la Tierra afligido por la carencia del mundo dormido.
Cautivante encuentro entre su ego y su defecto, quien sangra su ira y se despoja de su mentira.
Nace su portal entre el y su querida,
Ajustando la realidad para concretar su vida.