jvnavarro
Y SE OÍA UN TRINO
Hoy he visto una oropéndola
envestida su tez de amarillo,
en su canto matutino,
sobre un hilo.
La luz que me llegaba
sonaba a trino,
a abigarrado cantar
de un ejército de nibelungos.
Junto a la orilla de un río,
su nido en una rama,
sin más frutos
que una telaraña y un conjunto
de insectos muertos
son su tributo
y afán el suyo
por ser fiel a su destino
del ave que vive a
su aire y gusto.