El candor de su cálida mirada
en la mística luna se refleja;
pues posee la tenue candileja
que proviene de su alma apasionada.
Es su voz la dulcísima tonada
que serena y romántica semeja
esa nota vibrante que nos deja
del amor su excitante llamarada.
Su sonrisa es magnífico lucero
con el brillo de soles matinales;
que iluminan el áspero sendero
de mis días, con sombras otoñales;
y ofreciendo sus mágicos ¡te quiero!
llena mi alma de cantos celestiales.
Autor: Aníbal Rodríguez.