Lo dejó todo para entregarse por completo y descubrió que si no dejaba, por sí mismos, el fluir de los sucesos no conseguía nada. Se tuvo que vaciar y vivir sin sueños ese tiempo, postrado, sin forzar nada y sin volver a pensar en nada de la anterior vida. Cuando no esperaba nacía la esperanza verdadera, cuando vivía el día como si fuese el último se sumaba otro y nacía el futuro, cuando no buscaba las posibilidades salían al encuentro; si no pensaba, como antes, nacían nuevos pensamientos.
La vida continua y brota por todas partes; si no entraba en las dinámicas, otras nuevas surgían y empezaba a cambiar todo; empezó a no moverse, ni para adelante ni para atrás y aparecieron espacios, lugares nuevos. De pronto empezó, a vivir, el silencio y la quietud, las palabras y pensamientos ajenos; de todo eso se llenó para vaciarse de él, de su yo innecesario.