No me digas que en el viento
no hay centellas
ni hay estrellas
en el confín del firmamento.
No me digas que las risas
que nos vienen
desaparecen
por razón de una condena.
No me digas que los ecos
en los montes
no son las voces
que se guardan los recuerdos.
No me digas que un hogar
no tiene aroma
y suena a broma
no sentirlo cuando estás.
No me digas que no hay rosas
en el mar
ni que el rosal
no llevan polvos que enamoran.
No me digas que el corazón
no te canta
cuando descansa
después de hacer el amor.
No me digas más palabras
hoy prohibidas
y nunca dichas
por matar a la esperanza.
No me digas que el caballo
que nos lleva
tiene la estela
de un navío ya encallado.
No me digas que las águilas
del cielo
hacen sus vuelos
quebradizos con sus alas.
No me digas que las flores
no dibujan
y que asustan
con su energía de colores.
No me digas ya más nada
y ten silencio
porque ese tiempo
dedicado lo malgastas.
No me digas que el antaño
es lejanía
y pediría
que al marcharte no hagas daño.