Hugin & Munin

Mortal

En el vasto teatro de la vida, donde los actores somos fugaces, se despliega el drama de nuestra existencia. Al final del telón, la muerte nos abraza.

 

Somos hojas que caen en otoño, susurrando al viento secretos del alma. En la noche estrellada, reflexionamos sobre nuestra efímera trama.

 

¿Qué somos sino polvo de estrellas, navegando en un cosmos indiferente? La mortalidad, como un reloj implacable, marca cada latido, cada aliento.

 

En el espejo, el rostro envejecido muestra las huellas del tiempo grabadas en la piel. El corazón, ese frágil reloj de arena, sabe que su arena se agota sin cesar.

 

¿Qué legado dejaremos tras el telón? ¿Palabras, risas, lágrimas, amores? Quizás solo somos sueños en la bruma, pero en la danza de la vida, somos actores.

 

Así, en la penumbra de la noche, reflexionamos sobre nuestra finitud. En el eco de los siglos pasados, buscamos sentido en la eternidad.

La vida, como un suspiro breve,
se despliega en un instante fugaz.
Somos hojas danzantes en el viento,
efímeros destellos en la vastedad.

Nacemos en la aurora de un día,
y al atardecer, sombras nos volvemos.
Las risas, los abrazos, los sueños,
se desvanecen como el rocío en la hierba.

¿Qué es la vida sino un suspiro,
un verso en el libro del tiempo?
Caminamos por senderos inciertos,
buscando significado en lo efímero.

Así, abrazamos la fragilidad,
como mariposas en su breve danza.
Quizás en ese vuelo breve,
encontremos la eternidad en lo pasajero. 

 

 

En el río del tiempo, nuestras almas fluyen, entre sueños y recuerdos, la vida se construye.En el lienzo de la existencia, trazamos versos, cada latido; cada suspiro, como extensión del universo. 

 

Sincero, como un suspiro en el viento, la mortalidad humana brota del corazón y se pierde en el tiempo.