En la cara de Cristo aflora una pena
la de verse traicionado y alojado en su condena.
Él dejó a nuestra merced su vida,
todos sus pasos quedaron olvidados
y haciendo caso omiso a su maravilla
fue asesinado por el humano malvado.
En la faz de Cristo se refleja su bondad,
es portentosa, sin importarle el qué dirán,
de todo su ser emana y te hace olvidar
lo que irremediablemente te conlleva a la maldad.
Su cara es el vivo espejo de su palabra
la que muestra la Verdad como por arte de magia,
la que te llena el alma y te confiere una nueva enseñanza.
El rostro de Cristo está afligido
¡Qué no daría yo por verle revivido!
y que junto a Él sigamos el camino prometido
para ver todos nuestros sueños cumplidos.