Vito_Angeli

Corazón aristócrata, el último amor.

(“Una historia de amor, o desamor, es un nido donde quedaron sentadas hilachas de paja sentimental que siempre pueden volverse a usar, pero el próximo nido a formar será diferente, pues el ave nueva no es igual.”)


 Victoria, una mujer que la fina clase veneraba.

Era  la  dama  mas  reconocida en  su  círculo.

Nunca  hubo  fiesta  en   la  que  se  ausentara

ya  que  todo  pasaba  por  sus  altos vínculos.

 

 Altiva  como  pocas  pero  a  la   vez solidaria.

Noches oscuras prendía su  llama voluntaria,

repartiendo  comida  y  aliento  con  aquellos,

 esperándola  alegres  por   tan   nobles  gestos.

 

Su  vida  era  la  envidia   de  cualquier mujer.

Sin  embargo,  había  algo que  faltó   siempre

 y   que  faltaría  por  la   eternidad  en  su  ser:

 sentir  el  amor   verdadero  que  la  encuentre.

 

Habían  pasado  muchas ocasiones oportunas.

Cada  hombre  fallido hacía  quedar ninguna.

Sería la suerte final de tan consagrada señora

   acostumbrarse a su palacio sin alma soñadora?

 

Guardada en un pequeño y  delicado  relicario

se  encontraba  la  foto  de  esa  visión cercana.

 La que se presentó  una vez  en su  aniversario,

  esperanzando la unión de dos  almas humanas.

 

 El también  era  un señor  con  todas  las  letras.

 Su  vida  invitaba   a  seguir sus  pasos  dejados.

 Aunque  sus   encuentros  de amores  fracasados,

  atacaron  sin tregua  borrándole su  cara  tierna.

 

 Una noche  de  las tantas reuniones concertadas,

 se dió  el imprevisto cruce de  esta reñida pareja.

 Ella se hizo la indiferente cuando él la observaba

  pero esconder su  amor era quedar  tras las rejas.

 

No había más gente para charlar como  excusa.

Un mareo emocional  domó su sofocada mente.

El corazón de  ella  latía  cada  vez  mas  fuerte,

  acabaron fundidos en el jardín haciéndola suya.

 

Mar de emociones silenciadas izaron sus cuerpos

 las ánimas que una vez fueron lúcidas y exquisitas

habían  variado  su  quietud  de  pájaros  muertos

 a  impacientes  juveniles  sedientos  de  mordidas.

 

  Al día siguiente, el le dejó un carta en  su morada.

  Decía que partía hacia  Paris para jamás regresar.

  La dama, ante  la noticia, no  hizo  mas que llorar.

  Esa fue la última oportunidad que pudo ser amada.

 

Vito Angeli