Mi vínculo con ella se remonta a unos 15 años atrás, cuando comencé a desempeñar mi actual oficio, y desde entonces me ha acompañado allá donde he ido. Su aspecto lúgubre (plumaje negro brillante con la cola blanca) contrasta con su encandilador canto.
La primera vez que entablé contacto con ella trabajaba como vigilante en un almacén hortofrutícola a las afueras de un pueblo de costa. A primera hora de la mañana, terminando ya mi turno de noche, me encontraba dentro de una garita cuando la escuché cantar. Salí para ver de donde provenía tal derroche melódico y la vi posada sobre una valla. Su canto se compone de estrofas de unos 3 o 4 segundos de duración espaciados por intervalos de otro tiempo similar en el que guarda silencio, tal vez para coger aire. Es un trino parecido al de la alondra, aunque esta es capaz de mantenerlo durante 4 o 5 minutos sin interrupción, lo que me ha llegado a preguntarme en alguna ocasión como puede hacerlo sin asfixiarse. Tal vez tenga la capacidad de cantar incluso mientras inspira.
En aquel primer encuentro me quedé un buen rato contemplándola, hasta que me llegó la hora de irme a casa. Para mi sorpresa, a la mañana siguiente volví a escucharla y me la encontré en el mismo punto, pero esta vez parecía cantar con más entusiasmo. Entonces, yo, para hacerle saber que estaba atento a su melodía, le silvaba intentando imitarla cada vez que hacía una interrupción, y ella esperaba a que yo terminara de silvar para tomarme el relevo. No sé silvar muy bien, ya quisiera tener la pericia que se le atribuía a Miguel Hernández al imitar al ruiseñor, y aunque mi silvido tal vez le sonara igual que a mí me suena el regueaton, parecía estar disfrutando con esa especie de comunicación con un ser tan distinto a ella. Durante varios meses mantuvimos aquella conexión, hasta que cambié de servicio.
Desde entonces, me he encontrado con varios ejemplares, y siempre que me encuentro con una, acompaño su canto silvándole como buenamente puedo. Donde trabajo actualmente hay una. No sé si será la misma, pero desde hace unos tres años, muchas mañanas me la encuentro y entablamos nuestra conexión trino-silvido.
A pesar de ser un ave tan familiar para mí, hasta hoy no conocía su nombre, y esta mañana, buscando en internet bajo las señas de pajaro cantor negro con la cola blanca, he descubierto que se trata de la collalba negra. Buscando información, he sabido que se trata de una especie autóctona del litoral mediterráneo y el norte de África, siendo habitual en zonas semiáridas. Tampoco quiero hacer aquí una descripción científica, para eso están los ornitólogos. Tan solo decir que se trata de un ave sedentaria, omnívora y monógama. Suele anidar en paredes rocosas a poca altura del suelo, lo que la hace muy vulnerable a los ataques de los zorros o los reptiles. Entre sus características más peculiares, se encuentra la costumbre de rodear el nido con piedras que el macho va recogiendo en época de celo, y al parecer, cuantas más piedras lleve al nido, mayor será la disponibilidad reproductora de la hembra. También he descubierto que se muestran muy agitadas ante el reclamo. Para comprobar si era cierto, he buscado en Youtube un vídeo con su canto y se lo he puesto, y vaya si le ha entrado agitación. Revoloteando sin parar alrededor del sonido del teléfono, iba de la chimenea al poste eléctrico, y del poste eléctrico al monton de tierra mientras desplegaba su amplio registro sonoro, que comprende desde los tonos más agudos hasta los graznidos más secos. Parece ser que le ha gustado más el reclamo del teléfono que mi silvido.
Es bastante madrugadora, y un buen rato antes de que salga el sol, a eso de las 5 y algo de la mañana, cuando todavía está totalmente oscuro, comienza a cantar. Esta noche tenemos cambio de hora en España y a las 2 de la mañana hay que adelantar el reloj una hora. Los animales no entienden de medición del tiempo ni de husos horarios y en lugar de escucharla a las 5, comenzará a cantar sobre las 6, pero igualmente me alegrará la mañana en este penoso comienzo de primavera. Si nada lo evita, antes de despuntar el alba, mis oídos serán dulcificados por la collalba.