Gran parte de mi vida he sido un nómada.
A temprana edad cambié sementera
por el olor a arcilla salada; pasé del
socorrido cereal al vuelo de gaviota
en medio del torrente de mis ojos.
Cuando ya las hormonas asentaron
cátedra volví a hacer camino
donde me llevaran mis sandalias.
Entre butifarra y calsots me olvidé
de la gaviota como quien olvida
algo que nunca sucede.
Sí, mi libertad pirenaica me enseño
que sólo yo elijo pintar la hoja en blanco.
Igual pasa con mi pecho, que aun no
queriendo nunca tuvo casa, y cuando la hubo
el tejado nunca guardaba.
Es lo que pasa cuando se es un nómada: todo lo das y no queda nada... tanto equipaje es una carga.
Ahora solo llevo desnudez,
no es una alforja pesada,
pan y queso es toda mi almohada.
Volveré al camino a ver si la sementera
a encontrado arado,
a ver si la gaviota el vuelo no baja.
Y yo... yo tiraré las sandalias
por si alguien pasa.