Mamá, te miro y veo un milagro andante. Tu amor inagotable sin límite, tu capacidad para calmar cada uno de mis dolores, la forma en que estás en el deber, desinteresadamente, cada hora, cada día, me hace muy agradecido que yo soy tuyo y tú eres mía. Con los brazos abiertos y el corazón abierto, con paciencia duradera y fuerza interior, diste tanto por mí, a veces a tu costa. Tú eres mi profesora, mi consoladora, mi aliento, apreciando todo, perdonando todo. A veces te echaba de menos, mamá, pero ya no lo hago ahora y nunca lo volveré a hacer. Sé que todo lo que soy hoy se relaciona contigo y tu amoroso cuido. Miro con asombro mientras te veo ser tú, Mi milagro, Mi madre.