Señora de Dios. Con su inmaculado manto blanco y su cabeza cubierta, hoy orara por mí. Usted, hija de Dios me tienta hasta el éxtasis, refunfuño de esta maniquea obsesión por imposibles. Señora de Dios que borda orillas del tiempo amparada en el silencio. Admiro su cortesana paciencia de claustro, su infinito aislamiento señora del silencio, hoy de nuevo orara por mí. Yo pensaré en usted señora del silencio, que llega como brisa fresca en la aridez de mi vida. Hay un tenue silencio compartido, señora que nunca será mía. Quizá un día de un febrero verano, pueda elevar a Dios una oración por usted. Amen. Juan Bacot.