Que no te agobie la noche
ni sus negruras el alma,
y que tus labios susurren,
como canción, una nana...
Que no se pare la vida
aunque tú pares tu marcha,
mientras la brisa te envuelve
y te acaricia y abraza...
Que no te envuelva el silencio
y se callen sus palabras,
para que sigan contando
sus relatos y batallas...
Que no proteste tu cuerpo
ni te quejes por la carga,
que acarreas día a día
y que llevas en tu espalda...
Que no reniegues del cielo
y que en él veas las hadas,
que te exciten los sentidos
y te fundan con su magia...
Que no te olvides del niño
y que vivas en su infancia,
ya que el hombre que ahora llora
lleva un niño entre tus alas...
Que no te pierdas los sueños,
pues sin ellos no eres nada,
y las risas y los versos
son caricias que te faltan...
Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/24