Amanece,
el poblado duerme,
un malabarista, vagabundo,
su mirada perdida desvanece su presencia,
su enigma vuela entre sombras.
Busca una sinfonía,
una melodía encadenada a la voz
de su amada ausente, queda
la musicalidad de las hojas
de la plaza como sonido de zampoña,
una danza de la brisa
entre la ausencia y la locura.
En la plaza desértica,
Como un juego, suelta mariposas
guardadas en el bolsillo de su chaqueta,
surcan el aire,
enredadas entre el vuelo de las nubes
y la neblina fría de la cordillera.
¿Sus fronteras? Más allá,
un vuelo de locura,
todo le une ya,
pero todo le causa dolor,
sus heridas abiertas,
parecen una libertad de sueños
puertas abiertas hacia dos mundos,
de una esclavitud escurridiza
forjada en la propia mente,
así la locura es su musa,
un destello inesperado,
las raíces sueltas de sus sentimientos,
parecen soltarse de su ser.
¿Para qué tanta lógica?