Viajando por el interior de mis pagos, observo por la ventanilla del ómnibus pequeñas casitas perdidas entre la extensión de verdes campos, o atrapadas entre pinos y eucaliptus. El paisaje me genera sensaciones, algunas nuevas, otras viejas conocidas, y me pregunto: ¿Por qué querría yo irme a vivir allí? A veces me sueño otras vidas, como la música de Sabina “La del pirata cojo”, pero no tengo tantas opciones entretenidas como él. Siempre me sueño viviendo en esas casitas, perdidas en las praderas. A veces me preocupa mi falta de creatividad para la melancolía.