He de morir un día
y un día he de vivir
y cuando mis manos
pierdan la alegría
morirá un poeta.
Y es una casa limpia
lo que ambiciono
para el lejano y cercano
día de mi muerte.
Una casa vacía,
sin puertas,
sin ventanas,
sin nadie
que quiera tomar el sol, el aire.
Mis seres queridos
preparando la fiesta
y a mi lado,
dejándome morir,
el rugido inmortal
de los cien mil poetas
que hicieron, de mi vida,
este cantar.
(Del libro El hombre y yo, Ed. Grupo Cero)