LXXXV
Mis labios a tus labios, acerqué.
Sellados, en el sueño mis ojos...
con mis frágiles manos te rodeé.
¡Flores de romeros y en manojos!
Provocaron, hermosas caricias,
temblores de espasmos en mis sentidos.
Sobre mis venas, sentí las primicias,
del despertar... ¡silencios atrevidos!
En mi aventura... sudor seco noté;
ofendido y temblando... ¡desperté!
Bajo la oscuridad de mis anteojos.
A la orilla de la cama, me senté,
percibí en mi espalda, los enojos...
y de mis labios secos... ¡porqué!
LXXXVI
Te dí la mano y me acerqué, con miedo
a que dijeras… ¡no! Y a tu indiferencia.
En tu mirar… llamas de adolescencia
prende mi alma rota, con tu credo.
Vas abrasando las pocas ilusiones,
que sobre la débil batea derramas.
A mi favor... el aire y sus misiones,
sacudían, los árboles sus ramas.
Rompes, de ese silencio el cortejo,
con tu frágil compás, tu melodía.
Vas dando, tenues lances de festejo.
Con discreción… ilusión de poesía,
raudas, en nuestros corazones, parejo
brotan, esperanzas de gallardía.
LXXXVII
Pétalos de rosas, entre tus manos
llevas, sonriendo... con delicadeza.
Fresca flor... olfateas con fijeza
enmascarando, rostros artesanos.
Y regalas pétalos, pletórica
de fragancia, de un respetuoso color.
Callas y avergonzada... la hermosa flor
de voz linda, llenas de retórica.
Palabras sumisas que el mismo viento
siempre, recoge… con su dulce silbar.
Alegres pasiones, con aspaviento.
Amores... que de joven, hizo sisear,
tus risas… mis risas por el acento.
Mi dolor... tu dolor, sin explicar.
LXXXVIII
Sois... las más lindas flores del Jardín.
Margaritas y blancas Azucenas,
Lirios Amarillos en las arenas...
verdes Geranios, junto al Jazmín.
La Alegría... de las Bugambillas.
De las flores de Lavanda aromas...
Azahar, de Hortensias... sus rizomas,
sobre el Clavel, de las Gitanillas.
Van los Gladiolos y el Crisantemo,
junto al Don Diego de Noche, la Dalia.
La Flor del Cerezo en su extremo.
Cerca el Jacinto y la Begonia,
la Gerbera... como color supremo,
colma de Rosas... tu ceremonia.