~ * ~Sinopsis:
~ * ~Anita una niña que se queda mirando el reloj, sí, a las manecillas del reloj cuando caminan por el reloj análogo y cree que el reloj le habla y le dice Tic-Tac…
Sucesos:
Anita tiene seis años y llega a la casa de la Tía porque su madre no la puede mantener. La custodia de la niña la tiene la Tía. La niña llega a la casa de la Tía y solamente mira al reloj que hace Tic-Tac con sus manecillas en el reloj análogo. La niña Anita cree que su mundo acaba y que termina en un santiamén. La vida para la niña Anita es tediosa, insípida y muy tranquila. Si sólo la niña Anita consigue la paz observando a las manecillas del reloj análogo en la casa de la Tía porque Anita mira al reloj análogo para sentir paz. La vida se torna exasperada para Anita cuando llega a la casa de la Tía. La Tía posee un reloj gigante frente al recibidor y Anita se le queda mirando y observando a ese reloj gigante análogo que por cierto dice la hora y que no está dañado porque hace Tic-Tac. Y, cada vez que la niña Anita observa al reloj hace Tic-Tac cuando la niña Anita llega a la casa de la Tía y observa que el reloj se va moviendo en dirección a las manecillas del reloj. La niña Anita va de rumbo a su habitación y nota que el Tic-Tac la persigue. La niña Anita desea converger, convidar con la Tía y saber que la relación no va en gravitación. La niña Anita queda callada, enmudecida y con una paz envidiable entre la relación de la Tía y ella. Anita, sólo, desea ser feliz y ver al cielo como un reloj análogo siempre observando girar a las manecillas en el reloj. La niña Anita converge en poder sanar a su vida pasada y olvidar haber tenido a una mala madre, por la cual, la custodia se la otorgan a la Tía. La Tía, una mujer abnegada, solitaria, soltera y muy condescendiente quiere mucho a la niña Anita, pero, la paz para Anita, sólo, la halla en el reloj análogo frente al recibidor en el hogar de la Tía cuando posee uno de los relojes más gigantes. Anita se queda observando ese reloj gigante con las manecillas en el reloj. Anita quiere y desea ser muy feliz, pero, la vida la lleva por un camino de paz, mirando y observando a esas manecillas en el reloj. La vida no compagina para Anita cuando llega de pronto a la casa de la Tía, no convida ni converge ser la niña prodigio y pródiga de la Tía. Anita es muy inteligente y lleva consigo el Tic-Tac de un reloj análogo, por el cual, ella desvive a sus ojos, a su tacto, a su oír, observar, si cada vez, olfatea más la paz. La vida para la niña Anita se encarga en obtener la paz y es siempre observando las manecillas del reloj frente al recibidor en la casa de la Tía. La Tía desea que la niña sea feliz si tiene apenas seis años, pero, la niña no entiende más que jugar con juguetes y muñecas. La niña Anita sin entender su vida ni por qué se halla en la casa de la Tía, sólo, pretende ser feliz, tener y conseguir una paz envidiable observando, sólo, al reloj análogo cuando se aferra a la paz interior por mirar a ese reloj. La niña Anita consigue recrear a todo un mundo con alegría destronando a un cielo en ocaso sin la luz del sol con tan sólo observar a las manecillas en el reloj análogo. Anita cree que la paz es universal y, sólo, la obtiene al observar al girar las manecillas en el reloj. La vida de Anita comienza una nueva vida al lado de su Tía, pero, la niña calla y enmudece de tiempo, de frío y de insípido momento cuando, sólo, cambia de hogar, pero, la vida es tal como es. La niña Anita, sólo, delibera con su vida un tiempo, una osadía, un delirio y tan delirante como lo es conseguir paz, ella sabe cómo conseguir paz y es observando al reloj análogo en el recibidor del hogar de la Tía. La niña Anita se sienta de frente al recibidor para observar al reloj análogo, sí, en la casa de su Tía. Cuando, en la manera de creer en el alma desértica de la niña Anita en ese nuevo hogar de su Tía, se encierra un sólo porqué y una forma en querer observar al reloj análogo de pared frente al recibidor de la casa de la Tía. La paz y la oscuridad hacen de lo suyo, pero, en el tiempo y en el ocaso cuando se marcha el sol, a penas, con la misma luz del sol. Cuando, para Anita acaba el dolor, la amargura y llega la ternura y con la paz en el mismo recelo de la existencia se encierra el temor, la ira y la pobreza de un frío altercado entre la camorra y la paz de Anita al observar el reloj mágico de frente al recibidor del hogar de la Tía.
Y, la niña Anita sentada frente a ese recibidor de la casa de la Tía, sólo, converge en entrar por la puerta, se sienta de frente al reloj análogo a observar el Tic-Tac del reloj y tener la paz que busca que es tan necesaria para su pobre existir. La niña Anita convida una dulce atracción cuando observa al reloj análogo y conlleva una pasajera atracción cuando llega y obtiene la paz. La niña Anita aflora lo más lindo que tiene en su alma y es la paz ingenua que le otorga el reloj análogo en la pared en el recibidor del hogar de la Tía. Cuando, en el recelo de la vida y más de la insistencia por haber observado a ese reloj análogo de la casa de la Tía, la niña Anita. Anita, sólo, se aferra al frío, a la suspicaz y perspicaz persistencia en creer en el alma una frialdad de esas, las cuales, se aterra el álgido venidero por poder creer en el invierno con esa fría nieve que se acerca a la estación del año. Cuando, la niña Anita se aterra a la paz, sólo, la niña siente la paz que viene y que llega del reloj análogo en la pared del recibidor del hogar de la Tía. Después de amar a las manecillas en el reloj dejando una paz incontrolable se desata una conmísera dulce atracción por creer en el cometa de luz y de un venidero instante cuando en el reloj, la niña le expresa la hora a la Tía, si en el suburbio de la verdad se edificó un instante en querer soltar una sola verdad imaginaria. Y la niña Anita expresa que son las seis de la mañana cuando el reloj en realidad marca las seis de la tarde. Y la Tía, sólo, sabe que la niña no sabe leer el reloj, sólo tiene seis años, pero, en realidad era el crepúsculo del amanecer en vez del ocaso. Los niños dicen que no mienten, sólo, la Tía le corrige la hora y le expresa a la niña son las seis de la tarde y le dice más, que… -¨tú no sabes leer el reloj¨-, y la niña calla lo que enmudece de un sólo espanto. Cuando ocurre el trance directo, Anita cree que el crepúsculo es el mismo ocaso y en el mismo ocaso es el crepúsculo. La niña Anita expresa sólo la verdad que son las seis de la mañana cuando arde en el alma de la niña una sola paz cuando, arde como la insistencia de creer en una sola paz universal. La niña Anita cree en el alma viva de una cruel mentira que le expresa a la Tía. Y la niña Anita queda adherida a la fantasía o a la realidad de esa cruel mentira que es lo que expresa la niña cuando, sólo, observa a ese reloj análogo en la pared del recibidor de la casa de la Tía. Si en el alma de la niña Anita no se compara con la verdad inocua del embate por dar una sola mala situación. La niña Anita en el alma inerte y tan fría como la forma más vil en obtener una verdad eficaz, pero, trasciende en la forma más real que logra ver la luz efímera y poder dar un sólo comienzo a la vida con la única relación con su Tía. La niña Anita cree que son las seis de la mañana cuando en realidad confunde el amanecer con el atardecer de los días. La niña Anita cree en el suburbio autónomo de creer en el alma y se ve como la fe, la esperanza que le espera creer en el alma desierta de ella cuando no expresa una sóla mentira que espera lo inesperado, una paz descontrolada. Si se torna exasperada la vida de la niña Anita y con el alma de la niña dibuja un reloj análogo en el mismo cielo azul devastando la ira conmísera en poder creer en el alma desierta. Y como la fría verdad que la niña Anita observa al reloj análogo desde su cielo efímero como lo es inalcanzable. Si en el juego del amor y en el alma con la paz de la niña Anita y en el altercado frío como la única verdad que la razón de la niña, sólo, expresa, tal vez, la verdad, pero, la Tía, quizás, no la entiende. En el embate de la vida de Anita se vio mortífero como sincero es el corazón dentro del alma de la niña. El amor en Anita queda como un sólo silencio autónomo en poder creer en el alma a solas y como un sólo silencio de paz en la vida de niña.
Dentro del alma de la niña Anita se nota un suspiro como un sólo respiro inerte y un suburbio autónomo en creer en el alma de la niña Anita. Si en el alma de Anita se tornó exasperante, inocua, inerte, con una paz muy eficaz y en el alma de la niña Anita se vuelca en una paz incandescente en su propia alma. Si en el alma de la niña Anita se cruza como un reloj análogo, pero, en un cielo lleno de paz. Si la vida de la niña Anita cree en el tesoro ambigüo y continuo en una sola verdad. Si sólo una virtud en el alma queda entre la niña Anita y con la mesura de una niña decente sin poder ocultar la verdad en una triste mentira. La vida de la niña Anita se siente fuera de lugar cuando, sólo, expresa que en el cielo hay y existe un reloj análogo y en el suburbio de la sola razón quedó como el dolor en el alma. Y cuando ocurre lo que transcurre en el tiempo de la vida de la niña Anita. El alma de Anita cree en el desierto efímero por dar una sola mala situación cuando con el reloj análogo frente al recibidor del hogar de la Tía ocurre lo que el tiempo transcurre en una fría cena. La niña Anita cree que el cielo y en el suburbio autónomo de ese reloj análogo le ofrece la paz bendita a la niña si Anita expresa una sola verdad. Y es el tormento de la vida de la niña Anita que se vuelca en una tempestad y tan fría como la pura verdad. La vida de la niña Anita se ve intransigente a la hora de la cena callada, enmudecida e inmutada de un dolor por permanecer en la casa de la Tía, no se acostumbra la niña a la casa de la Tía. La niña Anita cree que la cena es en el amanecer y no en el atardecer porque la niña piensa que a las seis de la mañana son las seis de la tarde cuando el crepúsculo es el ocaso y el ocaso es el crepúsculo. La niña Anita en la cena, callada, enmudecida y tímida, piensa y cree que la cena es a las seis de la mañana y que es en el crepúsculo un sólo ocaso y amanecer en un bello atardecer. La niña Anita, después de cenar, se sienta de frente al recibidor a observar al reloj análogo irrumpiendo en un trance imperfecto cuando el reloj y sus manecillas en el reloj no giran adecuadamente. Las manecillas le ocurren un desperfecto y a la niña sin sentir ya su paz porque el reloj ya no hace Tic-Tac. El Tic-Tac del reloj hace que la paz no brille por su ausencia en el reloj y en la vida de Anita sucumbiendo en un trance imperfecto cuando está sin conseguir paz la niña. La vida transmuta hacia un deseo, un anhelo y un trasfondo de ese mágico reloj y en la ausencia del Tic-Tac, el movimiento que realizan todos los relojes análogos, no brinda ni ofrece la paz que necesita Anita en éstos momentos. La vida se transforma cuando la Tía cambia las baterías del reloj y comienza a realizar el reloj su Tic-Tac y le devuelve a Anita la paz necesaria, la que necesita, la que aflora y la que percibe para poder ser feliz. La transmutación de la vida de Anita comunicó un enlace, una unión y un mal percance entre las manecillas del reloj, Anita y la paz que siente por observar a ese reloj que hace Tic-Tac. La vida para Anita transfiere una paz, una condescendencia, una tranquilidad, un sosiego y una templanza, las cuales, son punto de partida para dar comienzo a una paz inigualable y tan envidiable que la niña Anita desea repartir a la gente, pero, en su sano callar y enmudecida no se lo permite. La niña Anita se siente como se percibe una paz intrascendente, cálida y con mucha insistencia sin poder debatir cuando trasciende hacia la vida efímera como un dolor de cabeza queriendo destruir la paz en su propia vida y en su propia existencia. Si en el alma de la niña Anita quedó como el tormento o como la fría tempestad que oscurece el tiempo y más las horas en ese reloj análogo, el cual, se encrudece de un espanto continuo cuando se enaltece la vida como la esencia misma. Y la niña Anita, sólo, recuerda la cena cuando el crepúsculo es el ocaso y el ocaso es el crepúsculo.
La niña Anita siente en su cálida exasperación un torrente de nuevas desesperaciones cuando el cálido momento logra en derredor la conmísera existencia de Anita, sobre el altercado frío y de un venidero mal instante que el reloj comienza el Tic-Tac y la paz a desenfrenar la vida de Anita. Es, otro día, más en la vida de Anita, y encrudece de un espanto seguro cuando la vida de Anita comienza a descubrir la paz inocua, pero, derretida en la forma más continua y más ambigüa que se puede expresar. Si en el alma de Anita transmuta una seriedad en énfasis por querer amarrar del alma una sola mala situación, pero, la paz intercede como una paz envidiable en el alma de Anita y que acecha con devorar a ese reloj con los ojos al observar a ese reloj con su Tic-Tac. Anita encrudece de un espanto seguro cuando en el alma se recrea lo más indecoroso de un mal tiempo. Es otro día en la vida de Anita porque cree en el recelo de la existencia y más de la fría verdad que aflora en el venidero instante que cree que se edifica el tormento más frío. Y, en el patio del hogar de la Tía, la Tía lleva a Anita a jugar al patio, pero, Anita le expresa su segunda mentira cuando al acecho converge y convida la sola razón en discernir sobre el alma y cómo es la desventura en amar lo que encrudece en el alma cuando no se acostumbra al hogar de la Tía. Si para Anita es una sola solución en saber que la paz convida para Anita con una sola seriedad en el alma fría destronando, destruyendo la vida y la forma de atraer en el imperio sosegado una penuria en solventar el eficaz tormento de creer en el alma de Anita como un juego en el patio del hogar de la Tía. Y, la Tía le pregunta en el silencio -¨¿qué hora es, Anita?¨-, y sabiendo que la niña no sabe leer el reloj, sólo, la Tía recuerda aquella vez que le dice que… -¨son las seis de la mañana¨- cuando, en realidad que el reloj marcó las seis de la tarde, pero, para Anita en realidad confunde el crepúsculo con el ocaso o con el atardecer. La niña quedó callada a la interrogante de la Tía cuando en realidad por dentro grita la hora que es. Las manecillas en el reloj quedan adheridas al nefasto de todos los tiempos cuando ocurre el transitorio de todos los tiempos cuando queda la niña Anita como el mismo tiempo o como las mismas horas dentro del cometido en caer de bruces caídas sobre aquella sombra bajo aquel árbol. Si transcurre el tiempo y más las horas en aquel reloj con las manecillas del reloj que hacen Tic-Tac sobre la pared en el recibidor del hogar de la Tía de la niña Anita. Si en la alborada llega el sol, sólo, Anita lo confunde con el atardecer cálido y desolado como el ocaso de envenenar el alma de la niña Anita. Si la niña Anita cree en el reloj mágico, el que le otorga la paz necesaria y la virtud en el alma desnuda de un sólo mal tiempo que la niña cree y sin poseer noción del tiempo le expresa a la Tía, que son la seis de la mañana y era casi, otra vez, las seis de la tarde. Y la Tía queda con la penumbra y bajo la sombra de aquel árbol en aquel árbol donde juega la niña Anita. La niña entra al hogar por el recibidor de enfrente del hogar de la Tía, se aferra y converge una sola sonrisa tímida temiendo fríamente con el dolor que le aterra fríamente ser la niña de las manecillas del reloj del hogar de la Tía. Si se aferró la niña Anita por creer en el combate de dar una sola señal fría y se siente como el desafío frío de entrever el frío desastre de creer, aunque, sea con el reloj mágico que le otorga una paz inigualable. Anita se sienta de frente al recibidor mirando y observando siempre a las manecillas en el reloj que hacen Tic-Tac y la niña más se aferra a la paz sosegada, tranquila, templada y con un carisma envidiable. La vida de Anita se aterra al sentir y presentir que las manecillas del reloj dejen de hacer Tic-Tac. Anita en el eterno silencio se debate en escuchar a ese Tic-Tac que realiza y que produce el reloj mágico para Anita sucumbiendo en un delictivo e imperfecto trance porque en el alma de Anita, sólo, siente una paz inquebrantable.
Anita logra llegar a su habitación y, también allí, hay un reloj análogo, pero, a Anita no le otorga la paz que desea sentir como con ese reloj que permanece de frente al recibidor del hogar de la Tía. Anita duerme un sueño placentero y cuando amanece a las seis de la mañana, ella dice que… -¨es el atardecer, voy a cenar¨-. Anita siempre ha confundido el atardecer con el crepúsculo cuando llega, sale el sol y cuando se va el sol del mismo cielo que la ampara. La vida para Anita crece de tiempo en tiempo, de horas en horas, minutos a minutos y segundos a segundos, pero, crece como toda niña. Amanece el día y para la niña Anita no es igual el crepúsculo y el ocaso, si ella cree y confunde el ocaso o del atardecer con el crepúsculo. La niña Anita baja las escaleras y va directamente al recibidor, allí nota que aún está el reloj análogo de frente a la pared y ella se sienta nuevamente de frente al reloj para observar a las manecillas que giran en el reloj. La vida para Anita se torna intrínseca, intransigente, inmóvil e inerte y tan inestable como el ruido que hace el reloj del Tic-Tac. Anita suelta una carcajada y teme que con el ruido de la risa se pueda caer el reloj de la pared y pueda perder su inigualable paz. Anita quiere y ama al reloj, si ella permite que en el silencio haga el reloj Tic-Tac y, sólo, desea converger, convidar y entretener a sus ojos por observar al eterno reloj. Anita en su inocencia de niña se debate en observar y mirar al reloj desde el punto de vista en obtener una paz inigualable. La paz se le otorga a Anita cuando en el silencio el reloj hace Tic-Tac y ella, sólo, escucha el Tic-Tac como una loa, como una oración, como un sortilegio que desnuda su pensamiento y en derroche le otorga más paz. La vida para Anita es enredar a las manecillas del reloj sin saber leer el reloj y todo porque, aún, no llega la hora de otorgar un alboroto, un ruido y una intranquilidad, si el reloj le otorga a Anita la paz que necesita en el silencio autónomo en poder escuchar el Tic-Tac. Anita sentada de frente al recibidor observa claramente al reloj y sin deliberar una solución sólo desea escuchar el Tic-Tac y salir por la puerta principal hacia la eternidad de la paz. Los ojos de la niña Anita, sólo, sienten y presienten una paz envidiable, un silencio voraz, un momento atroz y una paz inigualable y era el tiempo, las horas, los minutos, los segundos que le otorgan la paz que necesita Anita. La niña Anita, sólo, desea converger y convidar el secreto de ese reloj mágico con Anita. El reloj mágico la conoce y cree que el universo construye un ademán tan frío como poder convalidar y transmutar la paz, pero, Anita es egoísta, callada, enmudecida, inmutada y tan insípida como la misma paz que obtiene por observar al reloj análogo en la pared. Anita queda sentada de frente al reloj callada, en paz y desea sentir la paz, es como un tranquilo sosiego, escuchar a Dios y sentir que la paz lo es todo formado por una paloma de color blanco que significa poseer paz. El ruido, el alboroto y la intranquilidad no van con la vida de Anita, si la existencia de la niña Anita es como la paz tan tranquila y tan sabia como el mismo silencio que atormenta la vida y la conmísera atracción de creer que la vida acecha con devorar a los ojos de la niña irrumpiendo en un sólo desenfreno cuando la niña observa insistentemente al reloj análogo. El reloj análogo y mágico observa a la niña desde el punto de vista que con sus manecillas en el reloj hace Tic-Tac irrumpiendo en una paz incontrolable para la niña y, más, con su Tic-Tac. La vida y la paz comienza para Anita con el silencio atroz y el venidero momento por creer que el mundo acaba en un fin tan silente como en el silencio poder escuchar al Tic-Tac del reloj análogo en el hogar de la Tía. La vida de Anita se aferra al frío desconcierto en querer observar insistentemente al reloj análogo para tener y conseguir la paz que necesita y que desea.
Anita soslaya en una penumbra y en una sombra desierta cuando va a jugar sobre el césped o patio del hogar de la Tía. Anita bajo el árbol de sombra queda adherida a la sombra misma que le ofrece el árbol. La niña Anita queda jugando bajo la sombra del sol en el árbol, la paz llega en silencio y le hace un silbido en el oído como si fuera un viento por escuchar el silencio de la paz. La niña escucha el sonido de la paz y se dirige rápidamente de frente al recibidor a observar al reloj análogo sobre la pared del hogar de la Tía. La vida de Anita sentada enfrente al recibidor mirando y observando siempre a las manecillas en el reloj se debate en una paz incontrolable y en un deseo indeleble a su propio corazón. Anita quedó como un deseo o un anhelo real cuando, sólo, quiso convidar o converger con la sola paz en el recelo de la existencia, del efímero calor y de un extremo calor se aferra Anita en saber que la ciencia inventó a un reloj análogo, el cual, le ofrece paz realizando un Tic-Tac. La vida de Anita cree que el tormento se desvanece y se disuelve con la paz que ella siente y presiente desde que el reloj análogo le ofrece la hora a Anita. Anita sentada de frente al recibidor cree que son las seis de la mañana cuando son las seis de la tarde. La niña Anita tiene hambre, la Tía prepara un manjar para que la niña se alimente en el comedor y la niña continúa con la vil mentira de decir que son las seis de la mañana cuando en realidad son las seis de la tarde. La niña Anita confunde el crepúsculo con el atardecer y el ocaso cuando cree que las seis de la tarde son las seis de la mañana. La niña Anita cree en el suburbio de un solo corazón cuando la niña Anita ama al reloj como el reloj mágico ama a la niña. El reloj mágico y análogo ofrece la hora, pero, para Anita la hora es como el crepúsculo en ocaso y el ocaso en crepúsculo siendo, tal vez, para un Dios igual cosa. La niña Anita cree que el reloj le habla, pero, lo que expresa es un Tic-Tac. La niña quiere que el reloj sin expresar Tic-Tac le ofrezca toda la paz necesaria y que al tiempo exprese entre las manecillas del reloj. La niña Anita corre ser el huérfano reloj que la mira, que la observa y que le dice Tic-Tac. En el alma de Anita crece una voz y es la voz del reloj análogo que le expresa Tic-Tac y ella en su ufana e impoluta inocencia cree que el reloj le habla y ella quiere entender, pero, lo único que ella expresa calladamente a la Tía es que son las seis de la mañana cuando son las seis de la tarde, la niña se equivoca o es que dice la verdad cuando confunde el crepúsculo con el ocaso y el ocaso con el crepúsculo. La Tía no entiende, no razona ni contempla la sola verdad que la niña, sólo, confunde el amanecer con el atardecer y el atardecer con el amanecer. La niña Anita expresa la vil mentira o la cruel verdad, pero, en su inocencia se debate una sola verdad y es que son las seis, pero, de la tarde sin poder retroceder el tiempo. La vida para Anita es algo importante cuando el recelo de la vida la hace elocuente con el reloj análogo y muy callada, enmudecida e inmutada con la Tía. La vida para Anita comienza a decaer cuando el reloj análogo le expresa el Tic-Tac, pero, ella en su inocencia cree que el reloj análogo le habla a ella. La niña Anita, sentada enfrente a la pared en el recibidor del hogar de la Tía, sabe que existe ese reloj y Anita le hace caso. Y es todo porque a la verdad que la niña Anita desea conversar con el reloj, aunque, es muy tímida, callada, enmudecida e inmutada cuando a la verdad la niña siente y presiente que en la vida crea una muralla, una valla o una frontera entre la niña y la Tía como es imparcial la ternura, el afecto y el amor que imparte la relación entre la Tía y la niña Anita. Anita, sólo, siente y presiente que la vida atormenta como es indeleble el coraje para amar y ella ama a ese reloj análogo que le dice Tic-Tac.
Anita posee un instinto y es tan distinto a todo mundo cuando aflora la osadía en poder creer en el reloj mágico y análogo que le dice Tic-Tac. La vida de Anita cree que es la única niña en el hogar de la Tía, pero, la Tía tiene un hijo, el cual, es el primo de Anita y que llega de los Estados Unidos. El primo de Anita es extrovertido, impaciente, hiperactivo y muy elocuente y es lo contrario a Anita que le agrada la paz, la tranquilidad, el sosiego y la templanza de una paz intrascendente, intrínseca y muy estable que le otorga el Tic-Tac de ese reloj análogo por, el cual, Anita cree que le habla, pero, es, sólo, un error como es un dolor haber creído en el Tic-Tac del reloj. La vida para Anita corre como pasaje de ida y vuelta siendo la niña más buena del mundo, siendo la que cree en el amanecer como en el atardecer y viceversa. Si en el ademán frío de la niña Anita por observar al reloj análogo en la vivienda de la Tía, sólo, el reloj le expresa Tic-Tac. Anita se ve en la encrucijada en creer o sin ser tan sólo una niña de seis años cuando el tiempo se ofrece como amanecer y como atardecer de un reloj análogo, el cual, expresa el tiempo, las horas, los minutos, los segundos. La vida comienza a debatir, a deliberar una sola solución cuando Anita cree que el reloj habla y que dice Tic-Tac en el silencio atroz, veloz y tan audaz como lo es expresar el tiempo. Anita sin lograr ni comprender y ser impasible ante la conducta de su primo que no la deja vivir en paz, sólo, tiene ese único rato cuando Anita se sienta frente al recibidor observando la pared con el reloj análogo y mágico que sólo dice Tic-Tac. El primo de Anita llega a ser la conducta más inapropiada para la vida de Anita, una vida llena de paz, templanza, tranquilidad, sosegada y muy en silencio. El silencio que le otorga el reloj a Anita es una paz incontrolable e inquebrantable desatando la furia, la envergadura y la conmísera atracción en caer rendida ante el Tic-Tac del reloj análogo en el recibidor del hogar de la Tía. El primo de Anita posee una conducta en travesura y en ser tan travieso que Anita se escapa en esos ratos a sentarse enfrente al reloj análogo para poder sentir, percibir y obtener una paz inquebrantable. La vida encierra el temor, la ansiedad y el tiempo en caer sin detener el tiempo ni las horas ni los minutos ni los segundos. Anita cree que su primo llegó a interferir, a molestar y a fastidiar su paz, la paz que le otorga el reloj análogo por hacer silencio, callar, enmudecer y ser inmutada para poder escuchar el Tic-Tac que solamente expresa el reloj. La niña Anita cree que la conducta de su primo ha llegado a inmortalizar una paz, un hablar, un decir, un expresar y, todo, por el reloj análogo, en el cual, la niña hace y percibe silencio para poder escuchar con paz el Tic-Tac del reloj análogo y mágico. El primo de Anita es un niño extrovertido, impaciente, sin paz alguna, muy hiperactivo y sin ofrecer la paz que necesita Anita de frente al recibidor y con el eterno silencio poder escuchar el Tic-Tac del reloj análogo. La niña Anita, sólo, quiere y desea paz, pero, el primo que llegó de los Estados Unidos, sí, el hijo de la Tía, no le brinda la paz ni el silencio necesario cuando ocurre lo que transcurre en el alma de la niña Anita, poder escuchar el Tic-Tac del reloj. La niña Anita cree que el amanecer es el atardecer como un sólo ocaso es la rica esencia de Dios. La niña Anita, tal vez, sin equivocarse, pero, en el juego del crepúsculo y con el atardecer hacen un juego delicioso para que la niña entendiera que la vida de Dios es, así, como el juego del amor o como el juego de ajedrez entre piezas y ejército de blanco y negro y, así, es el amanecer brindando sol, brillo y resplandecer entre la madrugada mágica cuando llega el atardecer que es casi prácticamente lo mismo, llega el ocaso y se marcha el sol para que logre irrumpir su paso la noche fría. Anita es una niña muy inteligente de seguro que aprenderá todo y muy bien, si, sólo, tiene apenas seis años.
La niña Anita desea converger, convidar y se siente muy feliz porque el primo llegó de los Estados Unidos para poder hacer juegos con el niño, pero, cada vez que pasa por el recibidor necesita la paz y el silencio necesario para poder escuchar el Tic-Tac del reloj análogo que es tan mágico. La niña Anita le expresa al primo que el reloj le habla y le dice Tic-Tac. El niño primo de Anita queda en ¨shock¨ deliberando una atrevida solución a esa paz que la niña Anita siente y percibe cada vez que pasa en el recibidor del hogar de la Tía y la niña queda observando al reloj. El niño primo de Anita queda observando el reloj y sin poder escuchar el Tic-Tac corre en ser como la primera persona que Anita le expresa su cuarta mentira y que el reloj habla y en su inocente conducta la niña Anita comprende en su paz infinita que puede escuchar al reloj expresar Tic-Tac. El niño queda atónito, estupefacto y, más, incrédulo, pero, se sienta al lado de la niña Anita de frente al recibidor del hogar de la Tía. Y el niño primo de Anita quedó tan incrédulo, sin poder creer en el acometido y que el reloj le habla a la niña Anita que le expresa Tic-Tac. La niña Anita, sólo, desea convertir el reloj en persona porque ella dice que le habla y que le dice Tic-Tac. El ruido ensordecedor que hacen las manecillas del reloj análogo de frente al recibidor del hogar de la Tía, sólo, hace un juego y en cada segundo el reloj hace Tic-Tac. El alma de la niña Anita hace un delirio delirante y con tanto sosiego que comienza a deliberar la esencia y la presencia en querer expresar que el reloj le habla. Nadie la corrige en su error; con la inocencia de la niña Anita, sólo, quiere paz para poder escuchar el sonido de ese reloj que le habla a Anita desde la pared en el recibidor del hogar de la Tía. Hay y existe un acometido, un silencio atroz y un sólo momento que el venidero instante se convierte en una doble razón cuando ella cree que el reloj análogo es tan mágico que comenzó a hablarle a la niña diciendo Tic-Tac. Y la niña Anita lo entiende, aunque, sin saber leer el reloj sólo ella confunde el amanecer con el atardecer aunque es viceversamente viceversa. Y el niño primo de Anita, aún, sentado al lado de ella enfrente al recibidor del hogar de la Tía, contempla el sonido del reloj cuando, sólo, la niña Anita siente y presiente que le habla, que le expresa Tic-Tac. Anita en el recelo de la vida y con tan sólo imaginar que el reloj le expresa un Tic-Tac en el alma de Anita, sólo, imaginó que el reloj le podía hablar y decir Tic-Tac. El niño primo de Anita sentado al lado de la niña le dice -¨Anita, tú eres una mentirosa, el reloj no habla¨-, y Anita se acerca al niño primo y le dice en voz baja -¨sólo, escucha el silencio y lo escucharás hablar y decir Tic-Tac¨-. La niña en su inocente paz que le otorga el silencio, ella, sí puede escuchar que el reloj le puede hablar y decir Tic-Tac. El niño primo de Anita se va corriendo del asiento de enfrente al recibidor del hogar de su madre, la Tía de Anita, donde se halla el reloj gigante y análogo que puede expresar la hora, el tiempo y el Tic-Tac. Si la niña Anita confunde el amanecer con el atardecer y convida una confusión entre las seis de la mañana y las seis de la tarde. La niña Anita queda en desolación inerte escuchando, sólo, el Tic-Tac del reloj cuando, ella cree que el reloj habla. La niña Anita, sólo, quiere y desea converger con el reloj para poder jugar con el reloj, pero, sólo es un reloj, el cual, sólo expresa tiempo, horas, minutos y segundos. La niña Anita junto a su primo, sentados enfrente al recibidor convidan un secreto, el cual, no es un decreto sino un secreto grito a voces cuando el niño le grita a Anita -¨el reloj no habla¨-, y Anita en su inocencia de niña escucha más y más el Tic-Tac del reloj. Anita desea hablar con el reloj y saber que casi es como una persona cuando delibera un sólo cambio, un sólo deseo y es que el reloj le puede expresar a Anita el Tic-Tac.
Anita le expresa a su primo -¨shuuuuu, cállate que no me dejas sentir paz¨- cuando, Anita, sólo, desea escuchar al reloj decir Tic-Tac. La vida para Anita se cuece en una eterna confusión entre las seis de la mañana y las seis de la tarde cuando confunde el amanecer con el atardecer y la Tía observa a Anita más callada que antes, más enmudecida que antes y más inmutada que antes y le pregunta a Anita que… -¨¿Anita, te gusta la paz?¨-. Anita queda observando el reloj sin interferir o interponer ruido entre la paz, el silencio, el sabio momento y el expresar del reloj análogo y tan mágico que sólo desea expresar Tic-Tac. La niña Anita sin decir nada a la Tía converge la relación entre Tía y la niña como una de apoyo, de silencio, de confusión y de infelicidad cuando, sólo, la niña calla lo que debe decir para poder hacer desaparecer su confusión. La Tía de la niña la ve tan rara, tan confusa queriendo comerse al reloj por los ojos cuando el reloj hace cada vez en el segundero Tic-Tac. Si el tiempo dicta el tiempo, las horas horas, los minutos minutos y los segundos segundos cuando el tiempo cuenta como contar con el amanecer y el crepúsculo con el atardecer cuando llega la fría noche. La niña Anita calla, enmudece, inmuta y queda en un silencio atroz cuando desea escuchar en silencio y en paz al Tic-Tac del reloj. La vida para Anita está llena de paz cuando el reloj, sólo, hace un Tic-Tac y ella desea escuchar. La esencia y la presencia de Anita enfrente al reloj análogo y mágico es como es, un triste reloj, un pobre tiempo, pero, tan sabio como un erudito, si así es el tiempo que expresa el reloj. Anita calla y sin gritar que el reloj le habla queda Anita sentada al lado de la Tía y el tiempo transcurre como transcurre ese tiempo.
La niña Anita crece y se convierte en toda una mujer, cuando es mujer entiende todo sobre el crepúsculo aquel y del atardecer cuando el ocaso llega, se marcha el sol, que el reloj habla y expresa Tic-Tac. Por fin, la mujer entendió lo que de niña nunca entendió. Y, Anita, la mujer hecha y derecha, recuerda aquel instante cuando la Tía se sienta al lado de ella, enfrente al recibidor donde en la pared existía un reloj análogo y que le expresó siempre a Anita en paz y en silencio, aquel Tic-Tac que con sus manecillas en el reloj como sólo sabe hacer el reloj. Y, recuerda Anita, siendo mujer, que el primo le grita a Anita de frente a la Tía que… -¨Anita, tú eres una mentirosa, el reloj no habla¨-, y la Tía le pregunta a Anita que… -¨¿por qué tu primo dice eso?¨-. Anita le confiesa la verdad a la Tía y que el reloj habla y expresa un Tic-Tac y que ella sin mentir cuando el reloj le habla a ella. Anita sabe una cosa que siempre el reloj le hablará, dictará el tiempo, las horas, los minutos y en cada segundo dirá un Tic-Tac. La Tía para aquel tiempo le expresa a Anita que el reloj hace Tic-Tac y, sí que habla para poder expresar el tiempo. La mujer Anita, por fin, comprende que el reloj análogo siempre fue y será mágico como poder ser una persona y, así, lo creyó, confió y extrajo al tiempo del reloj análogo siempre y cuando tuviera batería para poder expresar el tiempo. Anita, siendo mujer, compra un reloj análogo casi igual al que tenía la Tía en el recibidor en el hogar y con ese reloj Anita se sienta enfrente al recibidor para poder observar el tiempo y poder escuchar el Tic-Tac del reloj y se dijo por última vez a las seis de la tarde que… -¨son las seis de la mañana¨-, cuando llega el atardecer y recuerda la confusión de niña y las manecillas del reloj siempre expresarán Tic-Tac en paz y en silencio, si Anita lo puede escuchar. La verdad para Anita converge y convida en un secreto sin ser grito a voces abiertas que el reloj expresa Tic-Tac y que es su mayor experiencia cuando la niña Anita quiere y desea que el reloj siempre le pueda hablar.
Anita llega a la senectud y, aún, sentada enfrente al recibidor en paz, en silencio total y en un sabio momento escucha el Tic-Tac del reloj cuando bendice al tiempo, al reloj y al deseo por querer escuchar el Tic-Tac del reloj análogo en la pared enfrente al recibidor. Anita muere sentada enfrente al reloj expresando Tic-Tac y fue el último Tic-Tac que escuchó Anita. Sí, a las seis de la tarde y comenzó a amanecer cuando la muerte en espíritu la llevó por el sendero mágico de la vida infinita y fue un amanecer cuando sus ojos abren y observan el bello crepúsculo porque para Anita era las seis de la mañana como las seis de la tarde y con las manecillas del reloj siempre expresando ese Tic-Tac.
FIN