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Árbol creciente

Hambriento de mí,

sin miedo ni lastima a nadie, 

en mi invertí,

insistí en el medio de esta barbarie.

 

Hambriento de mí,

cada vez duele menos lo que el frío hace,

y las notas como gotas se pierden invisibles en el aire.

 

Mientras uno aprende,

a tamizar los ratos,

a superar los retos,

a tamizar las personas, 

a tamizar los recuerdos.

 

Entre cielos,

entre infiernos,

entre noches y sus desvelos,

entre plegarias, llantos y lamentos,

entre locuras que suceden en el pleito.

 

Por eso sigo hambriento de mí,

es que el camino lo quiere así,

a mi destino no puedo escaparme.

 

Luchar entre renglones,

soledades y oscuridades,

sin rogarle nada a nadie,

porque nuestra fe nos conduce y nos hace el aguante.