Sebastián B.

Ad astra

Centelleante estrella,  luz primigenia de la existencia,

fulgurante estrella del génesis del universo.

Dame tu luz,  desvanece la oscuridad que invadió mi alma

y devuelve el brillo a mi mirada.

 

Tú lejana y distante a la vez,

estrella del alba llévame hasta ti,

sé la lámpara infinita que me acompañe

por el resto de mis días.

 

Ayúdame a continuar,

dame tu mano estrella mía

y juntos viajemos por otros universos,

por otros cielos, por otras vidas.

 

Bájate del cielo y ven a tierra firme, ven hacia donde yo estoy,

porque ya no es suficiente con contemplarte noches enteras en el filo de la noche,

incluso si las nubes inquietas intentan eclipsarte en la madrugada,

yo te sigo viendo.

 

Pero ya no quiero observarte en el cielo,

abandona la galaxia tan extensa y lejana

y quédate en la tierra con el hombre que se enamoró

profundamente de tu luz.

 

He escuchado que los hombres se enamoraron de la luna,

tantas edades y tantos siglos

de hombres enamorados y perdidos por ella,

desdichados porque murieron sin que la luna corresponda su amor.

 

Yo, soy uno de aquellos hombres del pasado

que también se enamoró cuando vio al cielo profundamente

descubriendo que sus sentimientos estaban más allá del bien y el mal,

más allá del arcoíris y más allá del sol.

 

Moriré sabiendo que la estrella a la que toda mi vida amé, también me amó.

 

Esa estrella que parecía tan lejana y difusa

ahora reposa completa sobre mi pecho, es tan inefable

poder sentir sus labios y mirar su rostro bendecido por las estrellas

que estuvieron pintando de luz el cielo en los días antiguos.

 

Vengo de una línea de mortales

amantes de las estrellas,

amantes de lo que se creía imposible,

lo que parecía inalcanzable.

 

Podré decir entonces que fui tocado

por el don de los dioses al dejarme amar

a una mujer que antes fue una estrella;

estrella que incandescente bajó a la tierra y me besó.

 

 Aunque más antigua que mi existencia,

estuvo brillando el día de mi nacimiento

y estará brillando el día en el que deje está tierra,

y cuando eso suceda me llevará al infinito.

 

En un lugar del paraíso para los dos,

el lugar donde jamás dejaremos de amarnos,

donde estaremos juntos

hasta el ocaso de la realidad.