La altura de la blanquecina y coqueta luna
Es bajita en estatura al lado de tus ensoñaciones
Tan bellas y entrañables como las delicadas porcelanillas
Que guardan para niños y mayores dulces invitaciones
El resplandor del invicto sol de un siempre eterno
Tiene finito alcance a las sombra de nuestro claroscuro
En notas de color imposible pincela al espectador curioso
Un trampantojo que con su mentira nos da seguro reposo
Caras y caretas nos ponen a dos que realmente somos uno
Somos peregrinos locales y ermitaños extranjeros
Somos verdaderas mentiras, ilusiones de aromados vientos
Caretas y caras carnavalescas que no conoce ninguno
Tenues contrapuntos sostienen el ápice de nuestro arco triunfal
Entre el sereno murmullo del silencio cómplice
Donde la nada narra la crónica de nuestras epopeyas
Y la guerra de dos mundos que se arrasaron sin condiciones
Y acudo seco y sediento a un pozo infinito, mi abrevadero
Que siempre rebosa de magistrales aguas, sea llano, monte o desierto
Que siempre el aljibe tiene aroma, cuerpo, sabor y fundamento
Y es mi alivio para estas penurias con el tacto de mis ansiosos dedos
Asi pues no puedo referirme a ti como angélico celestino
Menos como las sombrías figuras de los moradores del infierno
Punto cero eres, purgatorio en propiedad con su justo medio
Donde confluyen los anhelos más puros y el pecado más intenso.