Me encantas cuando el vino te vuelve Mesalina,
y buscas en mis brazos, tormentas de emociones
que aplaquen los incendios de mórbidas pasiones,
que mana con derroche, tu estampa venusina.
Me gusta tu caricia, tan dulce y femenina,
que tiene de los dioses, sus santas bendiciones;
y logran que te olvides de dogmas y oraciones,
haciendo que vivamos, de amor, su luz divina.
Me atraes cuando gritas, perdida en tu jadeo,
sintiendo de mis manos su roce irresistible,
y muy febril me ruegas penetre tu himeneo,
y prenda de tu vientre su ardor inconcebible;
haciendo se desboquen, en todo su apogeo,
tus ansias que palpitan de forma incontenible.
Autor: Aníbal Rodríguez.