Loresita

Niño

Solloza el niño pequeño,

el niño dormido.

 

Un refugio ha encontrado en los brazos de la tierra y en los besos de la lluvia. Después de sentirse ajeno en los ojos de su madre. Después de ver a su padre marcharse sin si quiera un abrazo darle.

 

Llora el niño pequeño cuyo pequeño corazón ha sido destrozado por las pequeñeces que le rodean.

Agujitas que se clavan en lo tiernito y desprotegido de su corazón.

 

Las palabras se vuelven cactus habitando su desierto. Yace el niño dormido en la arena bajo el ardiente sol, quemándole las penas y todo lo que alguna vez amó.

 

Niño de ojos cristalinos concebido desde la metamorfosis impropia por lo ajeno de su entorno y de su vida. Has encontrado un oasis en medio de tu alma, en ese centro que aún te guardas, el centro al que solo tú has entrado y solo tú sabes cómo conservarlo.

 

Niño tan dulce y terco, desde la inocencia cuidas tus inquietudes y peligros. Desde la ternura puedes esperar por la crueldad.

Te has preparado para la vida cuando aún no te han permitido si quiera comenzar.

 

Niño dormido cuyo sueño es despertar en la dicha de vivir.

Niño, niño, niño

andas rondando mi cabeza de vez en cuando y a mi rostro traes aires de ternura y tristeza. Y cuando he de recordarte la única figura que se forma en mi cabeza es aquel que duerme para evitar sentir su realidad bajar desde sus ojos, recorriendo su rostro, misma que muere al instante.

 

Y yo sé que aún en la adversidad te conservas en aquel oasis que alguna vez diseñaste desde la esperanza y la sinceridad.

 

Estoy llevando pedacitos de alegría a ti, pequeñeces que en el pasado no obtuviste. Ahora soy yo quien lleva a tu morada trocitos de cariño, trocitos de una cálida y agradable almohada, un sueño dónde no hay tormenta, dónde ahora descansas, dónde vives y resguardas lo que antes tanto te abrumaba.