Hector Loaiza

Era poco el tiempo

Era poco el tiempo que me quedaba

y a ti mi tristeza corrió con lágrimas.

A ti que los mares te brindaron sus dones; la sal azul, el arraigado y feroz vaivén aliviaron mis heridas.

Cuándo el mundo ardía, eran tus labios mi refugio.

 

Amo tus dones puros: tu voz que del poniente dejo escapar, tu piel suave cómo nenúfares, tus uñas que llevan el arcoiris.

 

¡La melancolía sufre al verte!

Reverberante, cálida, tu sonrisa es cómo una quebrada sosegante.

Trémulan los dolores ajenos,

el mundo vocifera, llora,

mientras que en tus brazos yo abrazo la ternura

infinita.