Sobre la cama, en silencio,
el último picardías que llevabas puesto
en nuestro último encuentro.
Un olor a perfume alado, Dios de nuestros aromas,
en aquel laberinto de pasión encendida
de olores a otros tiempos aterciopelados,
de arduos recuerdos.
Laberinto de crepúsculo enfurecido soy,
vainas de plata que recorrían tu cuerpo,
era tu perversión, tus hormonas alteradas,
flor de mi pasión.
Me llevabas a parajes de ensueño
fantasías, resquemores en el cuerpo
un arder hirviendo
un terremoto que me inundaba
estallaba en mis adentros.
Era tu alegría, en aquellos fríos días de invierno
tu sinfonía en aquella habitación
donde hoy mueren mis sueños
Eras la desnudez de mi alma
la fragancia de mi jardín
mis te quieros con el alma
aterida de pasión
en aquella cama donde hoy están
nuestras intimidades en silencio.