Perturbar mi paz
es motivo de disgusto
y mi paciencia no aguanta
semejante atrevimiento.
Huyo del ruido
que no quiere callar
ni viendo amanecer.
La mente me lo pide
por gusto y placer:
contemplar el horizonte,
meditar en la calma,
hablarle al infinito
o dormir en silencio
plácidamente,
porque adoro mi paz
que es intocable,
ni se da ni se quita,
es sagrada y muy mía.