Yacíamos unidos,
sin lujuria, absortos
en el hondo tableteo
de nuestros corazones...
—Bombardeo, de Ángela F.
Aymerich.
Yago,
duermo,
una chicharra suena,
el verano al fondo
del paisaje, una música
chillout en el aire,
un sol reverbera vivo,
un paisaje urbano recibe
su azote, no quema aún,
suave, se adelanta, es abril,
pronto, hace calorcito,
el azahar se adelantó,
una especie de jazmín sucio
invade ahora las calles, intenso,
suelta unas semillas
como amarillas aceitunas,
un olor penetrante,
andes por donde andes,
flores tenues, blancas, moradas,
por el suelo, alfombra de rosas
para entrar en Maderasanta —
Hollywood—, Sevilla se escribe
con sus aromas, ambientan
cada época del año, la describen,
la inscriben en una especie, una suerte,
de historia mágica fuera de la que
se cuenta en las aulas, de cuya importancia
da testimonio su ausencia
en los libros de texto, ayer, de noche,
desde la Feria, registrando el pulso
de la gente, el griterío de júbilo,
la alegría reinando los aires, la luz
de la portada, la amistad mojada
en rebujito, una sevillana bien bailada,
dos, tres, y a la cuarta paramos, un cielo
despejado —que aún irradia—, un sosiego
me invade, me incita a la cama, una foto
en mis labios, un amor en ciernes, un deseo
que no se cumple, que tarda, un momento
dulce, dos, tres, y al cuarto se hace realidad,
escribo sobre una hoja word, con sueño,
el estómago lleno, todavía no estoy para dormir,
me demoro en terminar el escrito ¿Por qué?,
una sensación de paz, un estar conforme
no, lo siguiente, un amor mío, exclusivo,
me saca de dentro lo mejor que guardo,
hace una semana se me iba, ahora lo siento
más dentro que nunca, no hay mal que por bien
no venga, vamos viento en popa para un puerto
precioso, todo fluye hacia una magia, un encuentro,
un deseo que se va haciendo sin dudarlo realidad,
un soñar despierto, un no creerme lo que tengo
delante de las narices, un no puede ser insistente,
un frotarme los ojos...