Me calan hasta el fondo
las historias de la Manuela.
El hambre pasada
que sigue presente
entre los contornos de sus ojos.
El crecer sin un padre,
asesinado por fascistas.
Y sin una madre
que la llevó en vuelo la enfermedad
cuando apenas se sació de su calostro.
Siento la esencia del paso de su tiempo
que permanece siempre ahora,
un segundo simple del universo.
La sabiduría del hambre en arrugas y huesos.
Subida a una higuera
cogía unas brevas
o robaba unas granadas,
como si no fueran de la tierra,
así de perdida estaba aquella España
que sigue hoy...
Arrugas sabias de la inconsciencia de lo añejo,
la falta de sentimiento que tantas muertes causó...
Ay que pena de la Manuela...
Una infancia rota
pero juguetona
con mil amistades
para olvidar el hambre.
No hay tanta antigüedad en aquello
y aún hay voces inconscientes
que quieren enemistarnos...
Me da paz su sonrisa,
la misma que dan sus coplas.
Almíbar fueron en las calles oscuras de aquellos tiempos.