Esa criatura
que mi alma roba y que me embelesa
con su figura,
guarda en sus ojos color violeta…
¡tanta ternura!
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Por horizontes amplios y puros
su luz se expande
abre caminos libres, seguros…
es estandarte
de nuevos mundos y de futuros.
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La sinfonía
incomparable de su presencia,
la fantasía
que en su mirada se me revela
¡y su alegría!
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Ella es la savia
que riega el árbol del buen querer;
ella es la barca
que pone rumbo al amanecer:
ella es sagrada.
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¡Esa criatura tan zalamera!
es mi pañuelo
seca mi llanto, me regenera.
Su abrazo tierno
y su carácter, son mi trinchera.
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Cruza segura tras el umbral,
y con valor,
mira la vida con la verdad
que da el honor
y el poderío de un talismán.
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En sus cabellos, que se despliegan
como abanicos;
brillan cristales que se reflejan,
hechos añicos…
¡con sus destellos rompen cadenas!
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Y en el ambiente, su tenue aroma,
es como un dardo
lanzado al aire; como paloma
en el tejado:
primero oculta… luego se asoma.
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Ya no hay más miedo
ya no hay más gritos ni timidez,
sacude el cuerpo
se contorsiona con tal fluidez
ante el espejo
que a dios provoca;
y el contoneo de sus caderas
de frente choca
con la certeza de que es perfecta …
¡y no está loca!
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Toma mi mano
besa mis labios con desafío
¡olé su encanto!
y esclavizado por su tronío
muero a su paso.
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Dulce y profunda,
ha conseguido con su poder
ser la columna
que me da vida, ¡gracias mujer!
¡gracias, criatura!
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Se abre a la vida, ya sin heridas…