La siesta
La hora relajante
es la de la siesta,
cierro los ojos un instante,
ahora nada me molesta.
Iluso de mí, oigo un mensaje
¡tilín, tilín!, en el teléfono
me asusto, y con coraje,
en movimiento monótono
lo miro a ver quién es,
un ciber-amigo que cuelga
algo, ¡son más de las tres!
lo que pienso, aquí huelga.
¡Con lo a gusto que yo estaba!
ya no hay manera,
mi semblante se agriaba
como si picante comiera.
La solución:
cerrar la pantalla
dándole al botón
y así, el loro se calla.
Antonio Reina Moreno 17/08/2017