El tiempo pasó y no dejo huella,
en cambio, en mí sí dejó una.
La lluvia roció el altar de lo divino,
y a mí me regó con esperanzas.
Entonces el sol iluminó a todos,
y también me llegó esa sensación.
Sin duda la tierra lo anima todo,
y a ellos y a mí nos reconfortó.
Con el viento la felicidad va,
y en ocasiones también a mí viene.
Los coloridos de las aves embelesan corazones,
y se siente la presencia de lo divino en lo viviente,
y de esto, a mí también me tocó sin buscarlo.