Los horizontes, son como pequeñas verdades incorruptas,
de pie frente a ellos ,te sientes minúsculo ,desnudo y olvidado,
te anquilosas en tu sitio y permaneces, así de de lejos , igual de cerca,
están al alcance de tus vanidosos ojos ,pero no ,de tu pretenciosas manos
y sin importar cuan afanoso te precipites, se perpetúan intactos!
Algunos,
son escarpados como sierras que se alzan afiladas,
cortan el cielo a rebanadas y amputan la niebla a dentelladas,
son la viva certidumbre pasada, de la existencia futura,
y la sencilla franqueza futura, de la evidencia pasada.
He visto otros,
de un blanco glacial, que resiste las bajas y se curva imperecedero,
un arco iris de seda blanca, que lame la tierra, con su lengua de hielo,
como una verdad intangible, que rompe las sombras y fragua en su centro
una mezcla de muerte y quietud, una amalgama de paz y misterio,
un categórico cuadro perfecto, que se atiborra de álgido silencio.
Están aquellos,
húmedos y heterogéneos, de acuerdos tácitos y lazos eternos ,
donde el sol enfebrecido, se derrumba, exhausto y tardío sobre su lecho ,
derrama lenta sus sienes la tinta ,que pinta de vino las arrugas del océano,
rodea la silueta clandestina y a los amantes furtivos que validan su celo ,
húmedo y salobre , no te nombra, pero a lagrima viva te arrebata la sombra.
Los horizontes y las verdades, son lo que tienen que ser,
un constructo de la realidad cincelado en piedra, curtido en piel,
nacen...fluyen, se derraman y coagulan en una profusa visión extraordinaria,
se disgregan ,en una metamorfosis perfecta de fascinante pluralidad.
Transmutan y se convierten en nómadas de la singularidad individual.
Apolíneos y perfectos, como la efímera primavera del cerezo.