En un pueblo muy lejano de Argentina vivía una familia que se caracterizaba por dejar adornos
en la puerta de casa. Todos eran muñecos de nieve diseñados de manera casera, algunos
grandes y otros chicos, con caras de diversión, felicidad y aventura. Carlos y Sara eran los
papás de Valentín, Camila y Ramiro. Carlos era vendedor de un shopping, era un hombre
apuesto que le gustaba ir a la moda con sus looks. Sara era una diseñadora gráfica y amaba la
nieve, se pasaba pensando que adorno nuevo iba a poner en la puerta. Curiosamente en el
pueblo donde vivían siempre hacía calor, rara vez hacía frío y nunca había nevado. Valentín era
un chico apasionado, le gustaba estar enviciado con las redes sociales, se pasaba el tiempo
compartiendo historias desde el celular. Camila era una chica que le encantaba jugar al fútbol
con los chicos, le apasionaba los desafíos y como ninguna de sus amigas se animaba porque
decían que era un deporte solo para chicos, quiso probar, le gustó y fue elegida como capitana
del equipo. A Ramiro le gustaba escuchar música, se aprendía las letras de las canciones de
memoria y las cantaba a su manera, soñaba con ser cantante. En un almuerzo familiar en casa,
con tres ventiladores en el centro, izquierda y derecha, comían empanadas árabes, y de
repente pasó algo totalmente inesperado. Toc, Toc, Toc.
- ¿quién será? - preguntó Carlos.
- ¿Atendemos? - no se decidía Sara.
De nuevo, tocaron la puerta.
-Voy abrir-, dijo decidida Camila.
Abrió la puerta y vio a una mujer con una bola de cristal, era pelirroja con pecas en la cara y
vestía un vestido brillante.
-Sos la primera que me abre, después de 500 intentos de tocar la puerta en el pueblo y nadie
me abría, así que pidan un deseo y se los concederé- dijo la misteriosa mujer de la bola de
cristal.
-Bueno, espérame un ratito, hablo con mi familia y te aviso- le avisó Camila.
El deseo de Carlos era ser multimillonario para vivir toda la vida viajando por el mundo. El
deseo de Sara era que cada seis meses nevara, era su máximo deseo, después de sufrir el calor
desde el primer momento que nació. El deseo de Valentín era ser influencer y dar charlas
sobre el emprendedurismo, el deseo de Camila era salir campeona del mundo en el equipo de
fútbol femenino de la Selección Argentina y el deseo de Ramiro era ser un cantante de música
famoso. Estuvieron un largo rato discutiendo, hasta que se pusieron de acuerdo por el deseo
que generó mayor aceptación, justo cuando Camila abrió la puerta, la mujer misteriosa de la
bola de cristal se había ido y dejó una carta que decía: Feliz día de los santos inocentes.