aparecí de pronto en un soleado agosto,
en una aldea cualquiera,
sin el bullicio del progreso,
sin mucho alarde,
aparecí aturdido, como extraviado…
en un mundo distinto al acostumbrado,
ahí, ante la mirada asombrada de mi padre…
y la dulcísima contemplación de los bellos ojos verdes de mi madre.
Me trajo una ventisca sobre sus hombros,
cabalgando la experiencia de nacer…en ese verano impetuoso,
sorprendido de llegar a un extraño lugar…
ante el asombro y afecto de quienes fueran desde entonces mis allegados.
Vaya acontecimiento,
un rubio niño vino a pintarles aquel día…una gran sonrisa en el semblante.
En aquel ambiente, ese instante…se respiraba dicha,
se notaba que todos andaban contentos por tan esperado suceso.
Mis dos hermanas saltaban de gusto…
y no veían el momento de alzarme entre sus brazos.
Desde una modesta cama, acurrucado en el tibio regazo de mi madre…
miraba el entorno de esa sencilla morada que me había tocado como destino.
La cosa era, que, desde entonces, eso que llaman vida comenzaba a lidiar con la incertidumbre.
Quien puede saber lo que nos espera… después de aquel venturoso día.
Quien podría adivinar el devenir de aquel, que llega desde la luz a emprender su misteriosa estadía.
Al principio toda pinta de maravilla,
parece que no iba a extrañar el paraíso desde donde venía,
y a pesar de los tropiezos y quebrantos rutinarios…
debo confesar que fueron sin duda los mejores años.
Ser niño es una misión como de ángel,
no parece advertir ningún percance…
y todo parece controlado.
La lluvia, incluso la tormenta, por más intensa y prolongada…calma,
agota su ímpetu y se serena…
y luego vuelve el sol a clarear y a secar todo lo mojado.
Pero hay sombras y episodios espantosos que un día llegan, se manifiestan…y todo cambia.
El dolor de la enfermedad prolongada… y la súbita muerte… desgarran el alma…la destrozan para siempre…y ya nada es igual desde esa hora.
Un silencio profundo inunda desde ese instante tu existencia,
y una oscuridad tenebrosa empieza a gobernar tu aliento.
No hay nada, absolutamente nada que lo alivie, que lo recomponga o lo resigne, nada va a cambiar en esta historia.
Pero, uno con el tiempo… no sé si lo asimila, aunque nunca lo supera.
Desde aquella triste mañana, desde aquel letal evento…intento con impotencia…encontrar una respuesta, y no puedo.
Hay golpes en la vida que te desalientan, te desmotivan y derrotan, definitivamente,
hay experiencias en la vida…a tal punto…
que ya no se si vale la pena seguirlo intentando.
Aparecí de pronto en un soleado agosto…
en una aldea cualquiera…
y así, como llegué cabalgando sobre la ventisca de un caluroso verano…
así iniciaré el retorno al paraíso soñado…
allá donde me espera ansiosa…
el ser que más me ha amado.