Campanas tañen a muerto
en la catedral oscura,
bajo el atrio espera el cura
con el misal entreabierto.
Viste de negro absoluto,
con la casulla morada,
anodina la mirada
intuye llegar el luto.
Una procesión de duelo
sisea al llorar callada,
esta terrenal parada
abrirá puertas del cielo.
El sacerdote, rezando,
con agua moja la caja,
por las escaleras baja
de muertos salmos cantando.
Ya las puertas se han cerrado,
misa dicen de difuntos,
demandaran todos juntos
por el alma del finado.
El amén del sacrifico
no se escucha con el llanto,
camino del campo santo
el dolor se hace bullicio.
El responso ha terminado
y el enterrador su oficio,
la cruz pintada es inicio
del renacer deseado.
Paseando por los huertos
lindantes al cementerio,
se hace soledad misterio
y el verso voz de profeta,
tiene razón el poeta:
“ Solos se quedan los muertos “