LA ARMADURA DEL PENSAMIENTO
Aquel hombre camina cabizbajo,
en la penumbra de sus pensamientos,
dialoga con su suerte:
Ahora sé,
solo ahora sé
lo inevitable del destino.
Tantas veces me ocupé de mis decepciones
que no supe cómo pasó lo que pasó,
si pudiera encender la antorcha,
le pediría a Dios
cambiar mis huellas
por los pies descalzos
urgidos de llegar.
Volvería a ser fiera
y lucero,
cantaría, si fuera preciso,
no para halagar
sino para hallar el tono,
andaría entre mercaderes
y piadosos peregrinos,
iría liviano,
sin culpas ni pesares,
aprendería a reír de mis defectos,
a ser compasivo
conmigo mismo,
aprendería a ver más con el corazón
que con los ojos,
aprendería que la belleza
es virtud
y la felicidad lección,
que el amor modela
los pensamientos,
que pensar mal de si mismo
es una desgracia
y pensar bien
tallar con piedras preciosas
la escultura del alma.
Esas cosas pensaba
Y … se perdió en alameda.
ALONSO QUINTÍN