Ya no me queda cuerpo.
Se me fue desmembrando
persiguiendo tu estela.
Ya no me queda cuerpo;
se me fue cercenando
con tu hiriente indiferencia.
… y ahora vuelves tu mirada hacia mí;
cambias tu corazón por una sonrisa,
intentas embrujarme con esa mirada tan tuya,
intentas también dejar tu equipaje
en el quicio de mi puerta…;
entras despacio, contoneándote;
entras casi desnuda,
vestida sólo de ti misma…
Me seduces, lo confieso;
pero ya no me queda cuerpo…
Hoy, ya no me queda cuerpo:
ya no me quedan brazos
para acogerte,
ya no me quedan piernas
para huirte,
y ya no me quedan palabras
para amarte.
¿Acaso no intuyes que hoy has llegado tarde, mujer?
¿No te das cuenta de que hoy ya no es el ayer?