Deseé tanto sentir el amor
que olvidé que no debía buscarlo,
no debía pedirlo, ni rogarlo.
No era cuestión de luchar,
ni verlo como una meta u objetivo.
Debí verlo como ése milagro que nunca esperas.
Como ésa sorpresa en un día cualquiera.
Como ésa mirada que te desnuda el alma.
Como ésa voz que te conquista.
Como ésa sonrisa que te hipnotiza.
Un abrazo que te trae calma.
A mi puerta cientos de veces tocó .
Y estuve ausente por tanto tiempo
que se cansó y se marchó.
Hasta la fecha no ha vuelto,
a veces creo que murió.
Pero ya no salgo a buscarlo por si acaso regresa queriendo darme de nuevo
lo que un día me ofreció.