¡Tú o yo!, manifestó herido
mientras saboreaba
su particular despecho,
maloliente supuraba
y emanaba resentido
por las grietas que estallaban
en las venas de su pecho.
El brutal depredador
tan furioso y tan confiado
se abalanza a consumir
y quemar todo a su paso
como un infame ladrón
que violento ha devastado
y desolado el porvenir.
Yo, resuelto contestó
aquel pequeño avesillo,
¡yo!, y tantas veces lo haría
si en el presente designio
que por suerte me ha tocado
lograse haber conseguido
la paz que liberaría.
Cual guiñapo malherido
arrastrado por los vientos
y azotado entre las rocas,
avesillo que en el suelo
con lo que queda de brío
alza su vuelo ligero
para atizar la derrota.
¡Tú o yo!, manifestó herido
el atroz depredador,
y a pesar de su violencia
y a pesar de su terror,
ahora se halla vencido
en el personal hedor
de su nublada inconciencia.