Sebastián B.

Octubre

Cierra tus ojos, lentamente,

déjame tomarte de la cintura, desinteresadamente,

tómame del cuello y bésame de repente.

Ahora soy un adicto de ti, ahora solo pienso en ti,

siento nervios de estar contigo y respirar el mismo aire,

nervios se sentirte y a tu lado quedarme.

Eres mi musa eterna, mi más bello e inefable pensamiento,

eres la flor más lindo que curó un desierto,

la estrella más brillante que adorna el cielo,

mi más ferviente, mi amor eterno.

Contempla junto a mí todos los atardeceres de este mundo,

contémplalos conmigo hasta que de a poco nuestros pasos de hagan pausados

y las palabras tengan un sonido más profundo.

Brillemos juntos hasta que se vaya el sol,

humedezcamos nuestros cuerpos al ritmo de una canción de rock,

besemos nuestros labios hasta que deje de cantar el viento,

hasta que ya no exista ni la luz ni el tiempo.

Alineados estamos como los planetas en el cielo, somos arena y mar,

tormenta y calma, cielo e infierno, agua y fuego.

Somos algo más que dos almas enamoradas en este infierno,

tú y yo estábamos destinados desde el nacimiento,

somos más que una casualidad y un pensamiento.

Somos dos almas danzando en la misma canción,

un lazo que se fortalece, sin temor a la confusión.

En este lienzo de la vida, pintamos juntos el destino,

unidos por un amor que trasciende cualquier camino.

En este infierno, somos la llama que arde con pasión,

dos corazones entrelazados, latiendo en la misma pulsación.

No somos solo casualidad en el vasto firmamento,

somos el poema eterno y el amor, es nuestro único fundamento.

Somos la sinfonía que el corazón compone,

con cada latido, una nota que al alma entone.

En esta epopeya que la vida nos regaló,

tú y yo, somos protagonistas de una imposible historia de amor.