LA DIOSA IRACUNDA
Algo pasa cuando nombras a la diosa
en el agua de tus sueños
navegas hacia sus orillas
y te hallas sumergido en ácido sulfúrico,
miras el horizonte y ves la tierra
girando a la deriva
como una pequeña luz
en busca de refugio
a su agobiante fuga
muerte contenida
en finísimos átomos
de dióxido de carbono
anuncia una alba azul;
la luz que cegó a Hefestos
y doblegó a Ares;
un diluvio de infinitas
perlas
parece devorar
un infierno de oleajes
y seres mitológicos;
la diosa
extiende sus cabellos hacia Urano
salpicada de fuego;
a lo lejos Júpiter
danza sobre una nebulosa
de amoniaco y sulfuro de hidrógeno:
Júpiter
despierta
de su letargo de rocas derretidas.
Nada es lo que parece;
un viento de infamias
se levanta
sobre cumbres colosales.
El hombre adivina
los secretos del cosmos
en la esbeltez de la diosa
que iracunda
mira el horror
del universo
cargado de secretos.
Venus, Astarté, Turán
“surgida de la espuma”
Afrodita al decir de Heródoto,
diosa iracunda
de la felicidad y del amor,
o si prefieres
la soledad del cielo
cuyos rayos
petrifican
la insondable
tempestad del universo.
Venus evoca el drama
de la vida y de la muerte,
es la nada y es todo,
la victoria y la derrota,
el principio y el fin,
el dolor y el placer
la locura y la sensatez,
ALONSO QUINTÍN