Luis Ernesto Hernández Aguirre

ADELANTADO

Verdad transparente y clara

como río en que corre el agua

que va irrigando y que baña

las tierras secas y agostadas,

verdad obscura y velada

que en ocasiones es llamada

por temores que separan

a la quemante llamarada

deL pesar que a todo abrasa.

 

Hondo y terrible dolor

causado por negar perdón;

perdón, trillada oración,

de igual forma que el trillador

se zampa sin compasión

por el afanoso sembrador,

trilla que en labor dejó

la cicatriz que desangró

la mano al cultivador.

 

Del perdón es enemigo

el arrogante que engreído

ensombrece sus sentidos

de sentimientos resentidos,

y neciamente ha traído

mayores males y perjuicios

con su falta de buen juicio

y sus reclamos repetidos

que el mal que le hayan proferido.

 

Sin el perdón, se ha de retener

lo que en natura debe ser

y libremente recorrer;

el agua que no ha de correr

parada se ha de envilecer

y podrida fenecer,

si se busca permanecer

el efecto habrá de padecer

de resecarse por doquier.

 

Si el agua fluye armoniosa

y va rompiendo en las filosas

puntas vagas de las rocas,

los mismos pedruscos derrotan

a los lodos que se asoman

en las corrientes victoriosas,

y tersa brisa resopla

en la ribera que derrocha

vida nueva esplendorosa.

 

Pues el perdón verdadero

es sangre sobre el vertedero

que el trillador de los tiempos

ha señalado en los momentos

de renacer los cimientos,

permite a los surcos abiertos

recibir los granos nuevos

que rebosarán los graneros

de frutos para el invierno.

 

El perdón no es un regalo

que inmerecido y arbitrario

se entrega injusto y sobrado

a quién por el derecho humano

debiera ser castigado

por haber herido y faltado

y mal haber destrozado

los corazones confiados

que le habían encomendado.

El perdón es un gran don,

no solo a quién lo recibió,

sino más al que lo dio,

y emancipa a quién lo otorgó

de aquel odio aterrador

que se anida en el corazón,

libera del tentador

que va acechando en el hedor

de la rabia y el rencor.

 

Y si pienso solo un poco.

Si el creador maravilloso

que hizo de la nada todo,

quién es el todopoderoso

fue faltado sin decoro;

si el pecado es espantoso

no solo por lo estruendoso,

sino por faltar al glorioso

nombre del Señor del cosmos.

 

Y aun así misericorde

nos ha otorgado sin reproche

en generoso derroche

los dones del perdón que rompe

la pena que corresponde

a nuestra falta y sus horrores,

no bastante ni conforme

entrega a su hijo y sus dolores

para salvarnos de la noche.

Toscos, obtusos y necios

por absurdos males paupérrimos,

desdeñables y milésimos,

así nos comportamos ciegos

cuándo el perdón no ofrecemos,

porque nunca ha de ser el siervo

más ilustre que su dueño,

si Él hace del perdón reflejo,

¿que he de hacer yo tan pequeño?.

 

¿Cuál mal sería más grande

que aquella transgresión infame

de faltar al Dios reinante?,

¿de arremeter entre sus carnes

el agobio lacerante

que los hombres ejecutasen

en el presente salvaje

en el pretérito aplastante,

y en el futuro inquietante?

 

Me someto ante la Gracia

doblegado hasta las lágrimas,

y Kyrie Eleison se exclama

en mi razón atribulada,

y decido la abundancia

de no solo olvidar las faltas

que una vez me fuesen dadas

y residían arraigadas

en lo profundo de mi alma.

Ruego ahora en tu dulzura

librarme de la carga dura

de cargar en mis monturas

yerros y fallas insulsas

pretéritas o futuras,

y no diré que no supuran

las heridas más profundas,

sino que buscaré la cura

en la brisa de la altura.

 

Tal como lo has enseñado,

si alguna vez me han insultado

cualquier falta he perdonado,

pero no solo mi pasado

deberé haber liberado,

por eso suplico confiado

un regalo no esperado,

la de ser bienaventurado

y perdonar por adelantado.