Doña Mariela, cansada de tantas legumbres,
le pide a su esposo, como es de costumbre.
Que le disponga el dinero, para un rico pollo.
Feliz la señora, pasó noche en vela.
Pensando en su Pollo, apanado o asado en leña.
Se despierta ansiosa, saboreándose la boca.
Exigiendo al marido, que le deje la plata.
Porque las ganas de pollo, ¡están que la matan ¡
Muy serio el marido, le dice a su esposa;
“Mi amor, encima de la mesa, te dejé lo del pollo”.
Se levanta contenta, directo a la mesa.
A buscar lo del pollo. ¿Y cuál es la sorpresa…?
Una bolsa con rancio maíz.
¿Me creyó boba? Dice la esposa.
¡Hoy duerme en el jardín!