Si tuviera un corazón de pan amasado por tus fértiles manos
Nuestros hijos amarían balalaikas y banjos,
Chejov los dormiría con cuentos de Castelao,
Y en el color de Martin Luther King la noche sería el día
en que un sol naciente de un haiku
les regalaría la placidez del bonsái.
Si tuviera un corazón de pan regado por tus lágrimas
Para qué la sal.
Por eso, bendita seas tú que das vida y consejo,
Benditas las madres de la tierra,
Ellas saben del dolor increíble del alumbramiento
Y de la insoportable aceptación de la oscuridad.
Benditas las abejas,
Su trabajo y su alimento,
Las manos campesinas,
La música como hermandad.
Benditos todos los que tienen un corazón,
Los que hacen el pan,
Los que buscan el sabor
De la vid,
del olivo,
Y de la paz.